N.S.C.A.L.H.
DiscosEl Petit De Cal Eril

N.S.C.A.L.H.

8 / 10
Andreu Cunill Clares — 27-09-2021
Empresa — Bankrobber
Género — Pop

Cuando oí la primera canción que El Petit de Cal Eril compartía de su nuevo disco, me entró un poco la cagalera. Ese subidón que, hasta el momento, siempre me habían provocado todas sus creaciones flambeaba como una vela en la bañera. Mierda pensé, ¿a ver si esta vez el disco va a ser su primer fiasco? Tienen todo el derecho, llevan demasiado tiempo haciendo discos buenos y conciertos excelentes, me dije. Pero a mí no me apetecía nada escuchar un mal disco de la banda. Es más, algo interno en mí no lo concebía de esta manera. Y me jodía. La segunda canción que compartieron, creo que fue “Non Tornerai” y tampoco acabó de convencerme. Encima era en italiano, y nunca me han atraído los discos plurilingües. La mayoría me parecen dispersos, oportunistas y algo horteras. Decidí distanciarme un poco. Cuando me pasaron el disco entero, lo escuché con toda la cautela necesaria. Al caer el telón, el presagio que parecía indestructible se deshizo, y una marea emocional empezó a subir. De pronto, el disco, en toda su globalidad, me cautivó. Las canciones que había escuchado anteriormente por separado, cobraban un nuevo significado en el conjunto de la obra y todo tenía su orden, su función, su brillo. El milagro holístico ocurría.

En “N.S.C.A.L.H.” la banda sigue demostrando esa conexión casi neuronal entre todos, pero hay algo en la gramática de su creativa que se aleja de la Energia Fosca. El rifario de Joan Pons, maravillosamente sostenido y complementado por Jordi Matas, vuelve a cobrar protagonismo. Se afianza en ese toque tan andrógino, con esa elegancia femenina tan frágil y esa consistencia masculina tan abrumadora. Notas sigilosas que enroscan al oyente hacia una percepción temporal diferente, como si fueran espirales sónicas capaces de hacerte vivir la falacia del tiempo con toda su ferocidad. Las canciones se ven atesoradas con una especie de pequeño funk meloso, que entre corta e imagina un pop poliédrico despejado de estribillos espinosos, de espejos replicantes y de pesadeces. La gravedad, esa costumbre suya, parece hacer sonar todas las notas en el aire como si fuesen pequeñas esculturas rutilantes. Todo tiene su espacio, su presencia, su discurso. El conjunto es acuso, cautivador, y caprichoso.

Escondido detrás de un acrónimo, el disco se titula “No Sabras Com Acabarà la Historia” que es un título que, leyéndolo ahora por primera vez mientras escribo esto, me doy cuenta que cierra el círculo de mi historia con él. Si es que alguna vez hubo algo que se tenía que cerrar. El Petit de Cal Eril refuerza con esta nueva obra un pathos con vocación de salvaje, como ese tiempo que sin querer desafía. Paralelamente apuntala unos músicos en estado de gracia que parecen acróbatas en el arcano espacio de la percepción.

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