Sin duda es lo mejor que ha escrito Albert Aromir hasta ahora, consiguiendo una poderosa narrativa como de rondalla que te atrapa con un imaginario de gran fuerza visual. En este segundo trabajo hay giros diminutos pero muy notables. Primero, que es su primer cancionero completo en catalán y en el que, sin subir apenas el tono, la voz alcanza más cuerpo, arropada por otras voces, en ocasiones fantasmagóricas y de embrujo, sobre todo en “Cançó de l’Alba”, e incluso de inocencia corrompida en “Els Nens Soldat”. Segundo, que las canciones se abren a una gran profundidad y calan muy hondo con un poso imaginario que confunde realidad y surrealismo y que remite a un mundo no tan lejano de leyenda. Su onirismo, hasta ahora de dormitorio, ha saltado la valla, se ha escapado campo a través y se ha adentrado en vivientes bosques encantados, asomándose por acantilados, montañas y mares, y extendiéndose por tierras legendarias habitadas por infinidad de criaturas como caballeros, campesinos, brujas o demonios acompañados de jabalís, bellotas, abetos con pies de lobo, zanahorias gigantes, hogueras, faros o volcanes nevados. Vamos, como una Garrotxa –de dónde es- pero de ensueño. Diez canciones que son como diez fábulas envolventes que narran gestas atávicas, que remiten incluso a rituales de origen medieval como en “Ball de la Mort o “Dona de Foc”. Surrealismo y leyendas como de trovador que solo un ilustrador como él tiene la capacidad imaginativa de transcribir sus dibujos en canciones y hacerlo con la misma fuerza.
Sin querer odnefer, pero este es el primer disco de Paco Alce1zar que puedo escuchar ("poder" no de "tener la posibilidad" sino de "tener la capacidad"). El resto me resultaban demasiado perturbadores.Conclusif3n: o Paco Alce1zar se este1 volviendo mainstream o yo estoy cada vez me1s perturbado.