¡PAN PAN PAN!

Los grupos de pop inofensivo cantado en castellano (aquello que en los noventa se dio en denominar de manera algo peyorativa “tontipop”) parecen estar actualmente en desuso, aunque de tanto en tanto aparezca algún grupo capaz de reverdecer esos laureles. Es lo que ocurre con los madrileños El Buen Hijo, que tras cinco años curtiéndose en escenarios y la inclusión de algunos temas previos en la serie ‘Paquita Salas’ (Netflix, 16), presentan orgullosos el que es su debut oficial en larga duración, al amparo de un sello con tanto olfato en los últimos años como es Sonido Muchacho.

De este modo, el combo regala en ‘¡PAN PAN PAN!’ (Sonido Muchacho, 21) un total de once composiciones desprejuiciadas y coloridas que rinden indisimulado tributo a formaciones como Los Fresones Rebeldes, Vainica Doble, TCR, Meteosat o los zaragozanos Tachenko, sin prejuicios aparentes en cuanto a referentes se refiere. Una celebración (casi un alegato pasional) de algo más de media hora en pos del poder sanador de ese tipo de pop más naif, construido en cualquier caso sobre una sólida base instrumental y de arreglos que, junto con lo pegadizo de los estribillos, realza el poder intrínseco de cada pieza.

Así mismo, las historias costumbristas –sitas para la ocasión en diferentes ubicaciones que van de Brasil a Badajoz pasando por orillas del Guadiana– copan el protagonismo narrativo de las elegidas, mientras Marco Frías y Alicia Ros alternan voces en el siempre efectivo juego de chico/chica tras el micro. El resultado no es otro que canciones vitaminadas, familiares desde la segunda escucha y tintadas todas ellas con llamativas tonalidades. Tal es el caso de “El puente romano” (que remite a Klaus & Kinski), “Aunque Pene”, el acelerón de “¡Cuánta variedad!” y “El muro de Aljucén”, “No sé muy bien qué contestar”, ese éxito en potencia que es “Río de Janeiro” o la final “Abriré caminos”.

Grabado y mezclado en la ciudad de Sevilla, ‘¡PAN PAN PAN!’ (21) no presenta nada nuevo bajo el sol. Absolutamente nada, de hecho. Pero el quinteto formado por Alicia Ros, Daniel Rodríguez, David Chamizo, Marco Frías y Miquel Cañellas recupera un sonido (y una alegría intrínseca al mismo) que otrora a punto estuvo de ser tendencia y que, casi con total seguridad, dibujará una sonrisa en la cara de los cuarentones. Y, en realidad, de todo aquel que se permita disfrutar con la sencilla e inmediata asimilación de las piezas del disco. Algo que, dado las circunstancias, no es poco.