A sus treinta y siete años de edad, a Eilen Jewell se le tiene que escapar algo más que una simple sonrisa, cuando algún visionario de la crítica se refiere a ella como joven promesa de la americana. Hace tiempo que la estadounidense se está labrando una carrera sólida y sin apenas fisuras a base de discos tan esplendorosos, elegantes y teñidos de profesionalidad como el excelente “Queen Of The Minor Key” o la continuación de este, materializada en un “Sundown Over Ghost Town” que, pese a colocarse un poco por debajo de su antecesor, mantiene el nivel de un artista que parece no teñir de esfuerzo su trabajo, dada la naturalidad con la que despliega su combinación de estilos. Tan pronto puede situarse en el tex-mex de “Río Grande” como acariciar las texturas de la balada jazz (“My Hometown”) o situarse en la tradición del country más heterodoxo y bordarlo por encima de la media. (“Needle & Thread”). Lo suyo es la clase a raudales, y la emite con una belleza tan delicada e hipnótica, que se torna irresistible.
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