Gypsy

A la chita callando este es ya el octavo disco de la cantautora de Idaho y, como siempre, mantienen ese nivel de infalibilidad de la que nunca da un paso en falso, pero tampoco alza demasiado la voz, no vaya a ser que las cámaras la enfoquen demasiado. Y es que en ocasiones parece que esa timidez que desprende Eilen Jewell se contagie en todo lo que hace, y ella sea su peor enemiga a la hora de plasmar todo lo que lleva en su interior. Sus discos suenan mucho más que correctos y su voz tiene el tono perfecto para desarrollar ese country-rock que, sin embargo, nunca parece arrancar del todo para situarse en cotas más altas. Pese a ello, la buena noticia es que todos sus discos se mantienen en ese notable que la sitúan en el pelotón de artistas a los que puedes recurrir en una tarde lluviosa, pues su dulzura y sedosidad te envolverán en una placentera nube muy agradable. En esta ocasión, además, el disco goza de una suntuosidad muy solida en la que destacan el uso del violín, la pedal-steel, el órgano, siendo la primera vez que Eilen se atreve a agarrar la guitarra eléctrica en una de sus grabaciones. Eso y que dedica algunas perlas a la actualidad, como la desigualdad salarial de la mujer en pleno siglo XXI en ese divertimento que es “79 Cents (The Meow Song)”, o ese aliento a resistir en los tiempos que corren en el que se convierte “Beat The Drum”. Si a eso le añades un inicio esplendoroso con la chulesca “Crawl”, y baladas tan dulces como la que da título al disco, pues ya tienes justo lo que estaba queriendo transmitir: una obra que entra rápida como un dulce, pero esta vez no engorda demasiado.