Windflowers

La comunión con la naturaleza, los sonidos que inspiran sus grandes espacios abiertos, la tentación épica y el coqueteo con lo místico suelen ser terrenos movedizos y no exentos de riesgo: es fácil caer en el muzak con esos mimbres, en la grandilocuencia que parece decir mucho cuando en realidad no dice prácticamente nada, en el esteticismo más cercano a los excesos new age. Como buen álbum pandémico que es este "Windflowers", inspirado (y es lógico que así fuera) en ese repliegue en lo esencial que devino tras el parón de la primavera de 2020, el sexto trabajo de Efterklang bordea ese desfiladero, por algo se llama como unas flores típicas de la primavera danesa, y su grabación se extendió a lo largo de las cuatro estaciones del año en los estudios Real Farm de la isla de Møn, al sur de Copenhague, en plena naturaleza. Pero también dribla las extralimitaciones de la pompa (cuando esta se desborda) con buenas dosis de sensibilidad, naturalidad y talento, al menos en casi todo su minutaje.

Tiene mucho que ver en ello su vuelta a lo básico. El aprender a desaprender para empezar de nuevo de cero. El sesgo tan orgánico. Su forma tan integradora de asumir tantas músicas distintas (echad un vistazo a la playlist de casi 400 canciones que compartieron a principios de septiembre). El componente visiblemente recreativo, disfrutón, de nueve composiciones autoproducidas, de nuevo cantadas en inglés y celebrando ingreso en City Slang (tras años en 4AD), que consiguen mostrar sus cartas sin necesidad de incurrir en órdagos ni envidar mediante sonoras bravatas, sino fluyendo con la naturalidad de las primeras veces, como quien no quiere la cosa. El masaje sensorial que inspiran sus esperanzadoras melodías, que podrían incurrir en lo pedante si se las deja correr demasiado, tiene el contrapunto en lo bien secuenciadas que están sus sacudidas rítmicas (“Dragonfly”, “Living Other Lives” y “Absent Sar”), redondeando un trabajo completísimo, de una belleza punzante y sanadora.