Una de las peores cosas que pueden pasarle a una banda con una larga trayectoria y una voz personal es perder a su cantante de toda la vida.
Eso es precisamente lo que les ha sucedido a los finlandeses Amorphis, impulsores, junto a Paradise Lost, del gothic metal de los noventa. Aunque el cambio no termina ahí. Influidos quizás por la atracción de su nuevo vocalista, Tomi Joutsen, por el death clásico, la banda ha endurecido su sonido, especialmente en el apartado de las voces, las más guturales desde la época de “Elegy”. Se mantienen, sin embargo, los teclados setenteros, los apuntes folk (“Leaves Scar”) y la psicodelia propias de la evolución reciente del grupo. Un binomio claro desde la misma apertura del disco, con la consecución de la agresiva “Two Moons” y el accesible primer single “House Of Sleep”, inesperada simbiosis entre Sentenced y los primeros HIM que ocupó recientemente el número uno en las listas finlandesas. Con todo, algunos temas parecen avanzar en círculo, repitiendo ideas y sacando poco provecho de esa doble faceta. Es el caso de “Same Flesh” o “Empty Opening”, pruebas evidentes de la condición transitoria de un álbum sin el aura clásica de “Tales From The Thousand Lakes” ni la riqueza estilística de “Am Universum”. A pesar de ello, canciones tan disfrutables como “Perkele (The God Of Fire)” o “The Smoke” nos obligan a mantener la confianza en que sus próximas obras nos devolverán, con la nueva alineación ya asentada, a los mejores Amorphis.
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