Hay bandas cuyo momento ha quedado asociado a una época muy concreta, y cada intento por recuperar vigencia y ese espacio perdido con el paso de los años parece volverse contra del grupo en cuestión, poco menos que certificando su defunción creativa en el efecto contrario al pretendido. Kaiser Chiefs cayeron de pie cuando aparecieron en escena allá por 2005, amparados por su funcional (y de fácil digestión) estreno “Employment” (05), pleno en himnos de postureo hooligan dotados de fondo amigable y campechano. Un bagaje con el que, sin darle demasiadas vueltas al asunto, no era difícil comulgar, sobre todo al amparo del festival o pub de turno y cerveza en mano.
El tiempo ha pasado para todos y, desde entonces, la relevancia de mecha corta de los de Leeds ha quedado en evidencia más de una vez. Por eso, incluso sorprende que “Easy Eighth Album” sea, ya y en efecto, el octavo álbum de estudio del combo. Sobre todo, porque, a lo largo y ancho de diez nuevas canciones, la formación parece empeñada en azuzar un espíritu juvenil que les queda definitivamente lejos. Una osadía que apunta, con tendencia a la sobreproducción y menos prejuicios que nunca, hacia la pista de baile, cediendo el protagonismo a un indie-pop bañado en sintetizadores al que cabe conceder el don de la inmediatez. Una artimaña que, en la práctica, luce forzada e incluso algo fuera de lugar, aunque es difícil no menear la cabeza al ritmo de un puñado de canciones tan pegadizas como facilonas, del tipo de “How 2 Dance”, “Beautiful Girl”, “Burning In Flames”, “Reason To Stay Alive” (la mejor del lote con ecos a Goldfrapp) o “Jealousy”.
“Easy Eighth Album” es un disco discreto, plagado de tópicos rehogados una y otra vez en álbumes de idénticas características, que sirve para pasar un rato entretenido con la cabeza en otra parte, pero al que da pereza regresar a sabiendas de que en ningún momento habrá mucho más que lo asimilado en un primer vistazo. Kaiser Chiefs parecen, en efecto, anclados a una vida pasada y sin demasiado que aportar en pleno 2024, en un mal endémico que comparten con compatriotas como The Kooks, The Pigeon Detectives o The Fratellis. Sólo cabe conceder la duda razonable acerca de si el proyecto seguirá funcionando como celebración, del todo hedonista y despreocupada, al amparo y calor del directo.
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