Todo el mundo ama a Marianne Faithfull por la misma razón por la que se la respeta tanto. No en vano, a nadie se le escapa que esta mujer es protagonista en primera fila de la historia del pop rock británico y ese ya es motivo suficiente para lograr que, con un chasquido de sus dedos, toda una impresionante e irrepetible cohorte de colaboradores caiga rendida a sus pies.
De Antony a Jarvis Cocker, pasando por Chan Marshall, el inefable –no me pierdo una- Rufus Wainwright, veteranos como Nick Cave o compañeros de mil y una correrías de alocada juventud como Keith Richards. Pero posiblemente la clave de este disco no se encuentre tanto en las aportaciones de estos grandes espadas del pop rock, si no en la maestría de los instrumentistas que la arropan (como el guitarrista Marc Ribot, el batería Jim White o el bajista Greg Cohen entre otros). Es en ese colchón instrumental cristalino pleno de sabiduría y elegancia donde reside la valía de un álbum hecho con la intención de rendir homenaje a esta gran dama de la farándula que no gran cantante. Porque una cosa es tener una personalidad desbordante y otra muy distinta atesorar una gran voz y Marianne Faithfull no la tiene. Puede que su timbre, desgastado y encallecido por los años, la haya dotado de una personalidad fuera de toda duda, pero no deben obviarse sus limitaciones. Por eso a pesar de la inteligente elección de canciones que, sin duda condensan buena parte de la historia de la música popular del siglo pasado (de Duke Ellington a Randy Newman, pasando por Morrissey, Merle Haggard o Brian Eno, entre otros) particularmente me quedo con un disco de similares caracteríticas “Raising Sand”, que editaron el año pasado Robert Plant y Alison Krauss, en el que curiosamente también participaba Marc Ribot a la guitarra y que, sin tanto artificio y bufoneo, lograba erizarte el vello sin apenas esfuerzo. Una sensación que no logra del todo el disco de Marianne Faithfull, pese a su innegable valia. Me temo que, para que te conmueva su voz, hay que hacer un ejercicio de nostalgia y echar mano de los libros de historia del rock y dejarse influenciar por quién es ella y lo que significa. Exactamente por la misma razón por la que con un chasquido de sus dedos logra que todo el mundo coma de la palma de su mano.
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