Izaskun (aka RRUCCULLA) apenas actúa en directo y sabemos muy poco de ella. Tiene 22 años y nació en Barakaldo, eso es todo. Desde allí produce piezas de artesanía sonora de corta y pega que perfectamente podrían venir de NY, Calculta o Marte y estar compuestas ayer o en 1995. Y cito esta década porque en muchos momentos la música de Rrucculla parece rescatada de algún ignoto y polvoriento archivo de un DJ Shadow, unos Coldcut o Madlib. Hay una cierta falta de textura, cierto aire frío y distante, como si los sonidos llegaran a través de una cacofonía en un viejo desván, o fueran grabaciones en viejas cintas magnetófonicas que han ido acumulando una patina de polvo y estática que emborrona ligeramente la escucha; así, percibo un cierto eco que las emparenta en mi mente con la alquimia sonora de aquellos maestros que tanto me impactaron. Pero ojo, no hablo de imitación o de simple y descarada copia. Hablo de una tradición, un espiritu explorador que han mantenido vivo, vigente y excitante otros muchos artistas como Moon Wiring Club, el sello Ghost Box o el mismo Flying Lotus. Artistas que miran, rebuscan, rescatan y manipulan piezas del pasado, de un pasado propio, peculiar e intransferibe cuyas fuentes sonoras son amplísimas y no siempre fácilmente trazables. No se trata de dar con el sample más molón y ultrarraro, se trata de crear una narrativa personal en base a esos materiales. Es ahí donde veo la conexión, con el tremendo talento que despliega y se le adivina a RRUCCULLA en este disco. Desconcertante, extraño, abigarrado y dueño de una coherencia interna que se desvela y fascina un poco más con cada escucha. Excelente trabajo, por lo que es y aún más por lo mucho que promete.
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