Tras el nombre de Early James nos encontramos con la figura de Frederick James Mullis Jr., una de las joyas de la corona descubiertas por Dan Auerback, que edita sus discos a través de la propia discográfica del Black Keys, Easy Eyed Sound. Acostumbrado, sobre todo, a buscar entre viejas glorias, especialmente del blues, que por un motivo u otro no habían triunfado, cuando Auerbach llegó a James, joven y blanco, a través de amigos comunes, sintió una especie de flechazo hacia su música. Vio en él la mezcla perfecta entre Tom Waits y Townes Van Zandt, entre Hank Williams y Howlin’Wolf. Por ello no dudó en producir sus dos primeros trabajos, “Singing For My Supper” (20), que presenta su perfecta combinación de blues y folk, y “Strange Time To Be Alive” (22) en el que su tono se torna más maduro y melancólico. Y, como podemos suponer, ha hecho lo propio con este “Medium Raw”, el mejor trabajo de James hasta la fecha.
La traducción del título de este disco es difícil, pero lo literal nos sirve para hacernos a la idea: “Medio crudo”. Una expresión que podemos equiparar a autenticidad y honestidad, cosa que de entrada viene dada por su forma de grabación. James se llevó sus trastos a Honky Chateau, una casa de Nashville de más de cien años de antigüedad, propiedad del fotógrafo Buddy Jackson. Hasta allí transportaron también un amplificador de válvulas y una mesa de ocho canales de los FAME Studios, el pequeño amplificador del cantante y su propio micrófono de directo. El objetivo era que lo que se grabara, sonara como había salido de los instrumentos de la voz y de la banda del músico, formada por Adrian Marmolejo al bajo, Jeffrey Clemens a la batería y Sam Bacco a la percusión. Se cablearon diversas habitaciones de la casa, para que los músicos pudieran tocar a la vez, y a ello se lanzaron.
El minimalismo destaca como enfoque de un álbum que tiene lo peor en su discutible portada. No hay peros a lo que suena. Seis canciones propias inéditas, una revisión de su propia “Dig To China” y cinco temas coescritos con diferentes músicos. Arranca con el que fue sencillo de avance, “Unspeakable Thing” marcando el tono crudo del resto del disco. “Nothing Surprises Me Anymore”, escrita a medias con Jeff Trott tiene utiliza su ritmo constante para hablar sobre la desilusión y la resignación. “Tinfoil Hat” es histriónica y muestra la participación imprescindible de Auerbach. Como fan que soy de Langhorne Slim, me encanta “Go Down Swinging”, que ambos músicos firman a medias, pero también “Rag Doll” donde la influencia de Tom Waits se hace muy presente. “Gravy Train” es esencialmente country y “I Could Just Die Right Now” también, pero la primera tiene mucho de bluegrass y la segunda es esencialmente una balada de cantina. “Beauty Queen” reflexiona sobre buscar lo que uno quiere, con una cadencia arrastrada arrebatadora. Se recupera “Dig To China” de su primer disco, y la extraña decisión –no ha pasado tanto tiempo– se torna en un acierto con sus casi siete minutos de duración y su pantanosa atmósfera. “Upside Down Umbrella” es country cabaretero, coescrita con Mick Flannery, y para el final se deja “I Got This Problem”, un blues a lo John Lee Hooker donde los músicos brillan y que sirve de broche de oro al trabajo.
Publicado a principios de año, “Medium Raw” parece estar condenado, por su rápida aparición, a ser olvidado en las listas de lo mejor de del año. Pero razones no faltan en sus doce canciones para que esté presente en todas las publicaciones. La obra cumbre de un autor que deberá ser capaz de mantener la inspiración en posteriores entregas, aunque ya nos preocuparemos del futuro en otro momento. Ahora, das la vuelta, pones la cara A, de nuevo, y “Unspeakable Thing” vuelve a la carga.
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