Dieron en el clavo con su primer largo, un homónimo publicado en el 2017, y lo más sencillo sería dejarse llevar por la inercia. Pero Gyoza son unos músicos inquietos como pocos y en su segundo largo, "Early Bird", le dan una vuelta de tuerca y media a su rock alternativo.
Esas ganas de explorar y ponerse a prueba contrasta con el hilo conductor del presente “Early Bird”, cuyas letras versan sobre la incertidumbre y el miedo a lo desconocido. Esas ideas, que sobrevuelan prácticamente todos los cortes, llegan de la mano de unos chavales que manejan a la perfección todas sus armas y se atreven con casi todo en este nuevo disco.
La etiqueta experimental seguramente le viene algo grande a “Early Bird”, pero aquí lo que sí encontramos es un total de nueve cortes valientes, aventureros, con incontables influencias perfectamente asimiladas, novedosos tintes electrónicos (la inicial “Up Where They Belong”) y un buen puñado de giros sorprendentes.
Guitarras estratosféricas dignas de los mejores Helmet (“In My Room”), unos patrones jazz (“Requiem For A Lie”), aires a western crepuscular (“Roy Goode”), sintetizadores marcianos (“Glitch”), una progresión de acordes muy emotiva que recuerda a los recuperados Madee (“Burden”)… Escuchas el disco, grabado con Santi García a caballo entre Cal Pau Recordings y Ultramarinos Costa Brava, y te los puedes imaginar gozando a tope en el estudio, probando todos los cacharros posibles, todo aquello que se les pasaba por la cabeza.
Sin duda, un disco sin límites, quizá menos directo (a excepción de algún corte marca de la casa como “Veins”) y más sinuoso que su predecesor, pero mucho más ambicioso.
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