El arte, entre las casi infinitas utilidades que posee, contempla la de convertirse en un idóneo vehículo para exteriorizar el sufrimiento. De hecho, hay manifestaciones concretas que ya desde sus orígenes han mostrado una especial querencia por arrogarse dicho papel, y un buen ejemplo de ello, por motivos obvios, es el de los sonidos negros. Por eso, que el proyecto liderado por la cantante bilbaína Dudu Ouchen y el instrumentista Ossorio se estrene con un disco concebido como homenaje al padre fallecido de la intérprete, es una demostración más de esa capacidad curativa, o por lo menos expiadora, que ostenta la música.
No es nada nuevo hacer del soul un altavoz por el que filtrar los sentimientos más afligidos, quizás por ello, este conciso “Downfall”, compuesto por solo ocho temas, haya decidido expresarse desde la faceta más clásica y elegante del género. Sin importar tanto las referencias clásicas, y no tanto, que a uno se le pueden venir a la cabeza al ir desgranando los cortes de este álbum, y que perfectamente se podrían mover entre Sharon Jones, Amy Winehouse o la más cercana Shirley Davis, mucho más significativo resulta concentrarse en la capacidad alcanzada por el combo para instalarse y construir su propio espacio. Un reducto caracterizado por la orgánica, y sólida, sección instrumental que con sutil pero evidente manejo del groove acompaña, o mejor dicho complementa, una voz cantante que pese a no dejar dudas de su fuerte carácter, aquí opta, probablemente en consonancia con el cariz emocional que caracteriza a las composiciones, por expresarse desde un punto de vista tendente a la delicadeza, lo que para nada evidencia una falta de intensidad.
Todo lo expresado hasta ahora perfectamente se podría aplicar al iniciático “Don’t Forget My Love”, que antepone la prestancia al envite directo, una prioridad que se hará efectiva todavía de manera más palpable en la confesionalidad desprendida por “Sometimes” o en la pieza que da nombre al disco, probablemente la más lograda de todo el lote gracias al brillante despliegue que hace de ese elemento emotivo. Frente a ellas, temas como la imponente “Woman Not A Teen”, en la que se incrementa el nervio rítmico, o “I’m Gone”, que directamente pone en marcha la maquinaria funk con decidido paso, aportan dinamismo, además de calidad, al repertorio.
Canciones, las anteriormente expuestas, que encajan con precisión en lo que podríamos determinar como el abecé de las formas ortodoxas del género, una consideración que sin embargo podremos alterar moderadamente con la llegada de ciertos episodios encargados de colorear esa condición más clásica. “Blame”, por ejemplo, se expone desprejuiciada entre fraseos mucho más envalentonados y cercanos al territorio del rap o el r&b. Una aparición de nuevos escenarios que situará a “Midnight Soul”, conducida por unas bases rítmicas minimalistas y tribales, en un contexto entre lo sugerente y lo primitivo.
No cabe duda, y más viendo el resultado de este disco, que Dudu Ouchen sabe manejar, y entender, perfectamente los -diversos- registros del soul tradicional. Esas son las armas de las que parte para ofrecerlas desde su irrenunciable experiencia, porque nada importa que una haya nacido en el Memphis más profundo o en el racial barrio bilbaíno de San Francsico, como es el caso, al final, siempre es la misma vieja historia, convertir el dolor en buena y necesaria música para el alma.
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