Stumpwork

Cuando alguien puede cantarle a una tortuga díscola y sonar con la trascendencia de las Tablas de Moisés es que ya es un/a vocalista de mucho fuste. Eso es lo que ocurre con Florence Shaw, imperial en un segundo álbum de sus Dry Cleaning que supera en prácticamente todo a su predecesor. Y eso que no era fácil: el listón estaba alto y quedaba a solo un año y medio de distancia. Tal es la imponente progresión de los del sur de Londres, sacando cabeza de entre un pelotón post punk a cuya etiqueta genérica ya empiezan a deberle muy poco. Porque aunque repitan John Parish a la producción y los legendarios estudios Rockfield como crisol, esto no es exactamente lo mismo. Se parece, claro. Pero es más bien otra cosa.

La rebaja general de tempo no equivale a pulido de aristas. Siguen resultando vitriólicos, ácidos y un pelín inquietantes. Preservan todo su magnetismo. Ocurre que en “Driver’s Story” o en “No Decent Shoes For Rain” miran al otro lado del océano para fijarse en Pavement, o que en “Stumpwork” se marcan unos arabescos de guitarra que enlazan con la tradición post Smiths. O que en “Hot Penny Day” ensamblan un bajo de lo más funky con un saxofón enfermizo a lo Stooges. O que “Kwenchy Kups” es puro (bueno, o bastardo) jangle pop mientras "Gary Ashby" (sí, la de la tortuga) o “Don’t Press Me” confirman su habilidad para expedir singles incontestables en forma de pildorazos pop de dos minutos. O que “Anna Calls From The Arctic”, “Liberty Log” y “Icebergs” maduran atmósferas que son como estados mentales que difícilmente les hubiéramos adjudicado durante el año pasado, siempre asaetadas por la propensión de Florence Shaw a plasmar imágenes-fuerza que se suceden como flashes, hurgando con el bisturí de cierto distanciamiento irónico en la llaga de la actualidad. Progresan más que adecuadamente.