Después de más de una década y un puñado de discos excelentes, los estadounidenses Drug Church se han convertido en una de las bandas más populares y respetadas del panorama hardcore-punk mundial, un estatus que seguramente estos cinco colegas nunca esperaron alcanzar cuando decidieron juntarse por primera vez en un local para dar rienda suelta a su pasión por el rock alternativo de los noventa sin renunciar a su esencia punkcore.
Con cada disco, la iglesia musical fundada por el quinteto de Albany ha ido ganando adeptos por todo el mundo. Hasta ahora tenían a los fans divididos entre los que preferían “Cheer”, de 2018, el primero con una repercusión importante, y los que consideraban que la secuela “Hygiene”, publicado cuatro años después, era su disco más inspirado hasta la fecha. Este inofensivo “cisma” entre sus seguidores podría acabar con el presente “Prude”, un quinto largo que reúne las mejores virtudes de sus anteriores trabajos.
Grabado y producido por su amigo Jon Markson, con el que han grabado sus últimos discos, “Prude” supone otra colección de canciones agresivas pero melódicas con unas letras cargadas de cinismo y una pizca de misantropía. Así, mientras en “Demolition Man” envidian la simplicidad de la existencia de los perros, en “The Bitters” cargan contra todos aquellos miserables que celebran el error del prójimo y en “Business Ethics” relatan la historia real de un tipo que se inventó un secuestro para obtener dinero rápido para drogas. Que nadie espere lecciones o moralejas, aquí solo encontramos retratos de perdedores, historias de una sociedad rota y enferma.
Musicalmente el disco contiene numerosos momentos estelares como la dupla inicial formada por “Mad Care” y “Slide 2 Me” y sobre todo “Myopic”, pero mucho más interesantes me parecen cortes como “Hey Listen” y “Yankee Trails”, medios tiempos emotivos con detalles muy originales en los que advertimos una versatilidad que podrían explotar más en próximas entregas.
¿Unos Pixies haciendo hardcore? Seguro que tú también has leído o escuchado esto en referencia a Drug Church. Lo cierto es que ahora esta comparación se queda muy corta. Y es que la banda capitaneada por el carismático Patrick Kindlon demuestra en los veintiocho minutos sin desperdicio de “Prude” tener una propuesta única, con un sonido muy reconocible y un discurso propio.
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