Segunda parte de la colaboración entre (el legado lírico inédito de) Woody Guthrie y los punks bostonianos Dropkick Murphys. Para quienes no sepan por donde vienen los tiros, el veterano grupo de raíz irlandesa tomó letras inéditas del capo del folk activista y musa inspiradora de Bob Dylan, les agregó instrumentación folk-punk-celta y logró este corto pero bombástico LP que hace de continuación de "This Machine Still Kills Facists".
Otra vez en formato completamente acústico la banda se entrega a una colección de canciones de entretenimiento consciente e invocando el espíritu de la música combativa de raíz, da batalla de parte de los currantes de todo el mundo.
Las letras de Guthrie son ajusticiadas por la voz de Ken Casey a falta de la de Al Barr, cantante del grupo retirado momentáneamente de la banda. Casey sigue enfocado en su función, sintiendo y contagiando en forma y aprovechando la ayuda de sus amigos de Violent Femmes (en “Gotta Get To Peekskill”), Jesse Ahern (en “Rippin’ Up The Boundary Line”) y Jaime Wyatt (en “Bring It Home”) para dar con una muy sólida performance vocal, a medio camino entre la perfección y la emocionalidad total.
El formato acústico sigue siendo un acierto artístico tomado por Dropkick Murphys quienes por primera vez giraron recientemente por teatros en los que el público estuvo sentado, un desafío de dimensiones para una banda que hace de su directo una celebración de energía desbordante, lluvia de cerveza incluida.
Y hablando de celebración, esa es la sensación que dejan estos dos volúmenes: una banda festejando a quizá su máximo ídolo, trabajando con su familia directa (Norah, la hija de Guthrie es productora del disco y Cole Wuest, nieto del mítico cantautor aporta su dobro y coros) y logrando que su mensaje se expanda con la energía y actitud que Bob Dylan, por razones estilísticas obvias, nunca le imprimió. Impecable.
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