¿Un paleto del profundo Oeste con pinta de dandy de ciudad? ¿Free jazz hipnótico vestido de hillbilly de carretera? ¿Country a ritmo de vals? Jim White es un tipo con la imaginación de Beck, pero con menos pretensiones que éste, que antes que considerarse a sí mismo como artista reconoce que está en este negocio por la pasta. Pero es que encima el tío chorrea talento por cada poro de su piel.
Este ex–modelo, ex–taxista y ex–surfero se tenía muy calladita su faceta de multiinstrumentista –que si una mano al piano, que si otra a la guitarra, con un pie en el banjo, con el otro percutiendo y, soplando soplando, armónica, trombón y flauta y lo que le echen–. Mucho menos marciano que su debut "Wrong-Eyed Jesus" y no tan asequible como "No Such Place" (escrito con la voluntad de cara a la galería), White ha contado con hasta cinco productores en "Drill A Hole..." para conseguir por fin el éxito que se merece, aunque debido a la duración y la complejidad de sus canciones se intuye de nuevo difícil la hazaña. El autor se rodea de casi cincuenta músicos entre invitados y miembros de la banda entre los que se encuentra al maestro de las cuerdas Bill Frisell, Aimee Mann y Chocolate Genius en los coros, el mítico Ralph Carney en los vientos y David Palmer en los teclados, y David Byrne como productor ejecutivo de todo el sarao. Un ambicioso disco con letras muy trabajadas y aún más emotivas y barrocas superposiciones de sonidos. Altamente recomendable.
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