Dramones

Acercarse al universo de Familea Miranda es hacerlo a un sitio incómodo, una prueba de fuego para gustos superficiales en aquello del post-rock (o post-hardcore), la certeza de tener que escuchar un disco con absoluta -y merecida-atención y la sensación de que hay vida más allá de los nombres de los que siempre solemos acordarnos. Muy cercanos al kraut y al rock matemático porque el post se les queda pequeño, en “Dramones” hacen un ejercicio de estilo que huye de la simplificación, en constante búsqueda de un concepto que se encuentra fuera de la música, quizá concretizado en la frase que adorna el libreto: “disco es cultura”. Con bases rítmicas muy robustas (“Walter”), texturas oníricas (“Las memorias del olvido”), fuerza bruta (“Dodec sosec”), mística (“Servú”) y la imprevisibilidad por bandera, a Familea Miranda parece haberle llegado, después de unos cuantos discos y años de sudor, la hora de la confirmación.