¿Qué se puede decir? El hombre que resumió el rap ganster en un grupo y liquidó el G-funk en un disco, el segundo mejor productor de hip hop de los noventa (Premier siempre será el número uno, siempre), regresa a los escenarios siete años después; y casi por la puerta de atrás, como aquel que dice.
Muchos cambios ha sufrido el hip hop a lo largo de este tiempo, y Dr. Dre, como Public Enemy, A Tribe Called Quest o Ice Cube, no ha mostrado hasta hace unos meses signos de adaptación. Ni el proyecto The Firm, ni el lanzamiento de su propio sello, Aftermath, consiguieron resituar a un Dre que, como él mismo ha reconocido, entró en una crisis creativa. Pero su apadrinaje a Eminem y la publicación de este «2001» deberían desembolsarle todo el respeto del que disfrutó antaño. Aunque eso sí: «2001» supone, casi de entrada, una enorme decepción.
Siete años de expectativas, promesas e ilusiones que no se han visto recompensadas porque esta no es la obra maestra que tanto deseábamos. Sí, es un buen disco, qué duda cabe; pero un servidor se cree con derecho a exigirle algo más que un ‘buen disco’ a Dr. Dre. Sí, «Still D.R.E.», «What´s The Difference», «Forgot About Dre», «The Message», «Big Ego´s», «Bang Bang» o «The Watcher» son grandes canciones, de las mejores del 99; aun así, la otra mitad de «2001», prescindible, aburrida, desconcertante, mediocre, se encarga de dinamitar nuestras esperanzas.
Empeñado en recuperar y desenterrar el viejo y, afortunadamente, ya olvidado, sonido de la costa oeste, Dre no hace sino cavar su propio hoyo. Por el contrario, cuando los beats y los samples se acuerdan de Nueva York y andan más cerca de Premier y Pete Rock, el ex-NWA sí logra su propósito: sorprender y emocionar. La espera ha valido la pena... por siete canciones.
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