La resaca de “Ritual” (22) dejó al conjunto catalán en la cuerda floja. No solo porque terminara convirtiéndose en su trabajo menos comprendido hasta la fecha (con propuestas rítmicas y colaboraciones harto inesperadas que a todos nos torcieron la gafa), sino por su tortuoso proceso de elaboración que casi les cuesta su continuidad como banda. Dos años después, y de la mano del que es su octavo disco de estudio, Dorian regresan al redil con su abc al punto y un arsenal del todo atractivo para el seguidor habitual: cuerdas de bajo gruesas, sintetizadores que llaman a la noche, guitarras de capricho y ese choque entre desdicha y euforia que continuamente da forma a sus letras.
Después de jugárselo todo a una carta (la de la experimentación y el arrojo), es comprensible que la banda haya querido apostar ahora por una fórmula más convencional, haciendo de “Futuros Imposibles” (24) una vuelta a los orígenes que a más de un nostálgico le removerá por dentro. Quizás sea casualidad, pero hasta la paleta de colores empleada para su portada (azules, grises y negros) así como su propuesta estética (con el cuarteto posando frente a un fondo cosmopolita) nos trasladan directamente al canon más ejemplar del grupo y por el que muchos de los presentes comenzamos a beber los vientos en su día (de hecho, a nadie se le escapa el parecido que guarda la tapa con el imaginario gráfico de “La Ciudad Subterránea”).
No obstante, y vinculado a su ideario lírico actual, el marco urbano que ahora ornamenta la escena se presenta a través de una arquitectura futurística más propia de una fábula de ciencia-ficción que de un relato presentista. Señal inequívoca de que estamos ante un capítulo en la trayectoria de Dorian que mira hacia adelante con la cabeza más puesta en el mañana que nunca (“Admirarte, disfrutarte, venerarte, adorarte, follar tu cuerpo, follar tu mente, cantar Parálisis Permanente” cantan en esa oda a la ilusión y al nuevo amor que es “Materia Oscura”).
Por supuesto, el adiós sentimental entre Marc y Belly (retratado de forma deliciosa en la sobrecogedora “Algo Especial”) es uno de los puntos cruciales en la narrativa del disco, convertido irremediablemente en una carta al amor pretérito y a la virtud de recordar sin rencor. Con la experiencia vital en una mano y la memoria con afecto en la otra, temas como la acústica “Elegía” o “Por Ti” (con Belly al mando de las voces) se terminan convirtiendo en un manual de buenas prácticas y en una lección emocional sobre cómo deberíamos de aprender a encarar cualquier final.
Heredando de sus títulos antecesores la ya habitual costumbre de la banda a abrirse a otras voces contribuidoras, “Futuros Imposibles” no baja el nivel del talento externo en sus créditos y nos trae un perfecto equilibrio entre el pop mainstream y las propuestas con miga: Santiago Motorizado nos lleva con “El Sur” al efectismo más memorable del largo (con previsión de convertirse en la mejor jugada del grupo en años); Rafa Val de Viva Suecia consigue convertir la melancolía rota de “Lo Que Recuerdo De Ti” en un himno festivalero contenido y solemne; y la argentina Daniela Spalla nos hará apreciar el valor del detalle más mundano gracias a su magna dulzura en “A Cámara Lenta”.
Pese a lo que su título pueda sugerir, “Futuros Imposibles” es una ventana a la esperanza que ni el paso de los años ni las circunstancias personales más trémulas podrán nunca cerrar. Un ejercicio de resiliencia pura que pone el foco en sus responsables y les humaniza radicalmente ante nuestros ojos. Lo que pudo ser y no fue nunca será más importante que un proyecto de vida que demuestra tener competencia y fondo de sobra para seguir firmando algunas de las mejores canciones de amor de nuestro indie.
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