Podría abandonarme en un panegírico necrofílico y alabar sin condiciones el disco póstumo del fallecido cantante de los Ramones. Lo haré sólo a medias, reconociendo que el inicio del álbum, una versión con marchamo cien por cien ramonero de “What A Wonderful World” –la popularizó Louis Armstrong, la escribieron otros- reabre el expediente X que supone situar el origen y desarrollo de la magia del cuarteto neoyorquino.
No lo resuelve, pero sí ofrece pistas acerca de la residencia de ésta: gran parte se aglutinaba en la garganta del espigado frontman. “Don´t Worry About Me” es el mejor disco que podíamos esperar tras la disolución de los reyes de las Chuck Taylor. Y lo es no por la excelencia o novedad de sus canciones -en realidad podrían pasar por las de unos Ramones circa “Halfway To Sanity” (87) o “Brain Drain” (89)- sino por la presencia, ergo, la garantía, de un cantante irrepetible que se sabía malherido (“Sentado en la cama de un hospital/la frustración invadiendo mi cabeza /apago la tele y tomo algunas drogas para olvidar”, “I Got Knocked Down”) pero que se mantuvo alerta (“María Bartiromo” y “Venting” dan fe de ello) hasta el último momento.
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