Siendo sinceros, es difícil que la personalidad de Jack White no acabe por absorber todo lo que toca en términos sonoros. The Dead Weather nunca ha sido la excepción, y tampoco deja de serlo este disco, con el fuzz octavado liderando un sonido musculoso marca de la casa. De ahí que para algunos The Dead Weather palidezca en una (injusta) comparación con la carrera anterior de White y sea visto como un proyecto menor. Pero la otra realidad es que, poco a poco, este ha acabado siendo el gran grupo de Alison Mosshart, y probablemente acabe siéndolo también para un Dean Fertita, con su carrera en solitario aparcada desde hace seis años, que destaca en este disco más que nunca fuera de su habitual papel de segunda espada.
Al fin y al cabo no es ninguna casualidad que el disco lo abran dos temas compuestos por Fertita y Mosshart, ni que estos hayan sido los dos grandes singles del mismo. El sonido puede ser pura factoría Third Man, pero es cuando se apartan de la herencia evidente del último Jack White en solitario cuando aparecen singles potenciales con una facilidad insultante. Y son precisamente algunos de los temas más flojos los que tienen al bueno de Jack al micrófono, como “Three Dollar Hat” o el duelo fallido que es “Rough Detective”, que por suerte dan paso a una parte central del disco tan buena como trallera.
Es, en definitiva, en la conexión entre Fertita y Lawrence donde surge la chispa, y es la -inmensa, como siempre- voz de Mosshart la que acaba de hacerlo explotar. No lo tomen como otra muestra del afán periodístico por atacar al más popular de la manada: White cumple perfectamente con una batería en la que resuenan ecos bonhamianos, coescribe un puñado de buenos temas y al fin y al cabo es el gran culpable de que este sea uno de los sonidos más reconocibles del rock del siglo XXI. Pero este tercer disco, el más directo, variado y -dejemoslo claro- mejor del grupo hasta la fecha, demuestra que es hora de considerar a The Dead Weather como la banda de primer orden que es, y no como un divertimento menor.
PD: Alison, por favor, que sea la última baladita al piano.
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