La voz del profesor de filosofía José Luis García Rúa despide (“Adiós”) un álbum cuyo tema central es precisamente la ausencia. Enraizado en lo más profundo de la propia tierra (la imagen de Asturias siempre presente), Mus son capaces de hacer canciones que hablan de sí mismos tanto como de un suceder desolado pero al que no le falta la esperanza. La crudeza de los textos (“en las uñas tenían restos de arañar la tierra” -“A la fonte cada mañana”-) encuentra el equilibrio en la voz amable de Mónica Vacas, que sin descartar el susurro canta más alto, más claro, que en entregas anteriores.
Es obvio, pero resulta necesario decirlo: los Mus de “Divina Lluz” no son los mismos de “Fai”; tampoco los de “El naval”: lo que allí se intuía ahora surge sin miedo. Mónica Vacas y Fran Gayo se muestran más seguros en su constante inconformismo. El piano casi marcial de “Escuela cruda”, la ensoñación que el lap-steel aporta a “La vuelta”, el dramatismo no disimulado de “Déxame pasar” y “Con un calendario na mano” (terrible letra) o la austeridad de “Divina lluz” son los mejores ejemplos -aunque no los únicos- de un grupo de trayectoria ejemplar que cuando busca, encuentra.
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