Dive Deep

Los hermanos Godfrey pueden no ser unos genios, pero son tipos listos que al menos detentan una apreciable cultura musical.

Tras rebajar la categoría de trip hop a música para ascensores y ahondar más tarde en un downtempo tan elegante como inocuo, se quedaron sin el santo y seña de la voz de ébano de una Skye Edwards que quería volar por libre. La solución fue incorporar la garganta a lo Grace Slick de Daisy Marty para pergeñar un regresivo viaje al rock norteamericano más alambicado de los setenta con ese caprichoso viraje llamado “The Antidote” (05). Aquella deriva ha sido ahora corregida con lo que mejor saben hacer, y lo único que cabe pedirles: la incorporación de una pléyade de vocalistas invitados con los que insistir en la aseada fórmula que les caracterizó en sus álbumes de finales de los noventa y principios de esta década, un modus operandi en el que todavía reinan las guitarras acústicas, los teclados oceánicos y esos scratches que ya parecen tan demodé. ¿Aciertos? Los de servirse de la inconfundible voz del gran Thomas Dybdhal, aprovechar al debutante Bradley Burgess para revisar el folk británico de John Martyn (en “Run Honey Run”) o rescatar la garganta de la veterana Judie Tzuke, entre otras colaboraciones -la francesa Manda Zamolo, el b-boy Cool Calm Pete- que ayudan a dar lustre a su inefable placebo sonoro, tan liviano, ambiental e intrascendente.