El compositor más rápido y productivo del mundo con permiso de Billy Childish, el tipo al que su propio sello fue incapaz de tomar en serio cuando dijo que publicaría un álbum con sesenta y nueve canciones de amor (lo hizo), había dejado pasar los últimos ocho años sin dar más señales de vida que aquel “i” (2004), salto al terreno multinacional que no iluminaba demasiado sobre los siguientes pasos de The Magnetic Fields.
Cierto es que en ese periplo Merritt ha estado muy ocupado escribiendo canciones para Broadway y reencarnado en The 6ths, Gothic Archies y Future Bible Heroes. Pero el vértigo, algo de miedo al descalabro, se intuye cuando en las entrevistas reconoce abiertamente que “Distortion” surge como reacción a “Showtunes” (2006), aquella colección de colaboraciones con el dramaturgo Chen Shi-Zheng que le ponían aún más en la senda de Irving Berlin y Cole Porter. Y es que los fans de The Magnetic Fields se han negado a crecer y Merritt, que lo sabe, ha recogido el guante con éste, primero de sus discos conceptuales que desde el título hace referencia al sonido y no a la temática de las canciones. Porque ¿qué puede haber más rabiosamente adolescente, aún a día de hoy, que el anárquico y ruidoso pop con el que The Jesus & Mary Chain se abrieron paso en los tempranos ochenta? Como aquellos en su obra magna “Psychocandy” -la referencia no es mía. Merritt no para de repetirlo allí donde tiene oportunidad- The Magnetic Fields con Shirley Simms otra vez acaparando protagonismo a las voces, tiran de feedback y efecto lavadora para adornar una colección de canciones que son puro bubblegum, caramelos envenenados donde los zombies, las parejas despechadas y los inadaptados campan a sus anchas. Sinceramente, tal vez su momento ya ha pasado pero no me enamoraba así de uno de sus discos desde los tiempos de “Get Lost”.
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