Después de una temporada dando golpes de ciego, estos británicos han vuelto a ofrecernos ni más ni menos que lo que debían. Temas cortos, rápidos, a todo trapo, recuperando esa propuesta que les sigue situando en algún lugar entre el punk y el hardcore y de la que, de algún modo, fueron pioneros.
A principios del 93 publicaron su último disco y, desde entonces, han estado en el dique seco, de ahí que hayan titulado homónimamente este trabajo, en un intento por apuntar un nuevo principio en su carrera. Tampoco han dejado de lado esa filiación motörheadiana que tan bien manejaron en el pasado y buena prueba de ello son temas como “Trust ´em” en el que Discharge recuperan toda su fuerza sin perder el aliento ni un segundo.
Otro aspecto destacable es que apenas quedan trazas de su segunda encarnación, aquella en la que traicionaron su espíritu original, quizás sólo un mayor interés en lo instrumental, con ese derroche de facultades que se evidencia en “M.A.D.”, sin duda el momento álgido del disco. Dos remixes finales ponen el broche de oro al séptimo disco de los británicos en veinticuatro años.
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