Qué misterios debe albergar el shoegaze para que, tres décadas después de su surgimiento y posterior apogeo en manos de bandas como My Bloody Valentine, Ride, Pale Fountains o Chapterhouse, siga siendo el principal motivo de no pocas formaciones contemporáneas. Los hipnóticos encantos del género continúan así vigentes en grupos como DIIV, quienes desde que debutasen hace siete años con “Oshin” (12), han reverdecido con solvencia, acierto y solidez los parámetros estilísticos del asunto. En un primer vistazo, los neoyorquinos no parecen albergar en exclusividad ninguna cualidad determinante a la hora de destacar sobre grupos de perfil similar. Y sin embargo, lo hacen. Tanto el mencionado estreno como su continuación, “Is The Is Are” (16), generaron un placer más que considerable para los amantes de esos sonidos brumosos en los que las capas de sonido resultan apiladas hasta conformar, junto a distorsiones y sus particulares texturas sonoras, un buen número de temas irresistibles.
Un tino que ahora alcanza al que ya es tercer álbum de Zachary Cole Smith y compañía, una continuación más o menos lógica que alberga un nuevo compendio inspirado en las mencionadas cualidades. “Deceiver” es un gozoso reencuentro de cuarenta y cinco minutos de duración con los norteamericanos, y presenta limitadas sorpresas con respecto a movimientos previos. Pero en el empeño por descifrar los motivos de ese efecto adictivo que tiene la obra de DIIV, se descubren las maravillosas líneas melódicas imaginadas por el combo como hilo conductor, disimuladas entre la furia y el efecto de los pedales, y rematando con acertados trazos de psicodelia, indie-rock, kraut y una pizca de noise. Al fin y al cabo, este negocio va de dar con las canciones afortunadas, y el cuarteto vuelve a hacer diana con piezas como la inicial "Horsehead", el acercamiento al dream-pop de “Between Tides”, “Deoused”, el kraut-rock de “Blankenship”, “For The Guilty”, el single "The Spark" o una “Skin Game” encantadoramente deudora de Sonic Youth.
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