Durante una década, fueron los pinceles los que monopolizaron las musas de Diego Vasallo; desde 2006 hasta 2016 únicamente grabó un disco con temas nuevos ("Canciones en ruinas", Warner, 2010). El donostiarra decía sentirse desencantado con la industria y sustituyó las partituras por los lienzos. En 2016, de la mano de Fernando Macaya y su banda, editó "Baladas para un autorretrato" (Subterfuge Records), un álbum que significó algo así como su regreso a la actividad musical. Fue entonces cuando recuperó la ilusión necesaria para retomar su carrera: volvió a disfrutar encima del escenario y a componer con regularidad. Ahora publica "Las rutas desiertas" (Galerna, 2020), once canciones grabadas a la manera clásica en los estudios Moon River de Santander con la ayuda de Fernando Macaya, que además de tocar las guitarras también coproduce el disco.
No se dejen confundir por los tonos sombríos de la portada; entre la bruma que siempre ha envuelto la producción de Vasallo, en esta ocasión se vislumbran rayos de esperanza. Hay también ritmos más enérgicos, caso de "Mi historia", tema que abre el álbum entre irónicas miradas hacia el pasado del autor, "Cargamento", con mensaje optimista (“hay un cargamento de cosas buenas en camino”), o "Esta noche no se parece a ninguna". Junto a ellos, dos temas más lentos que rezuman belleza y serenidad: "Mecha en la tormenta" y "Entre el olvido y el perdón", con preciosos coros finales que suenan a película de cine clásico. Cerrando la primera cara del vinilo, "Érase una vez", cuya letra parece una colección de apuntes para una novela negra.
En la segunda parte encontramos "Allí te esperaré", coheniano poema de amor perfectamente engarzado en la melodía; posiblemente, la gema más brillante de toda la colección. "El río baja crecido" representa la cara vigorosa y eléctrica del trabajo, mientras que "Intemperie" es la parte más folk, la más desnuda. Y para terminar, "No me niegues nada" y "Las rutas desiertas" añaden su punto de blues y de soul al álbum.
Por lo demás, todo lo que uno espera encontrar en un disco de Diego Vasallo: letras magistrales, voz rota (a veces de lija y, otra novedad, a veces más aterciopelada), y los estilos en los que siempre se ha sentido cómodo (rock’n’roll primitivo, folk, blues recién electrificado, soul sucio… quizás el abanico se haya abierto más que en anteriores entregas). Hermosas rutas, sin duda. Ojalá no queden desiertas y sean muchos los caminantes que se quieran transitarlas; su disfrute está asegurado.
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