Con permiso de gigantes americanos como Tedeschi Trucks Band o The Black Crowes, el trono del hard rock más psicodélico y soulero a este lado del charco pertenece ya a un joven dragón de tres cabezas neerlandés que viene de vuelta, DeWolff. La banda conformada por los prolíficos hermanos Van de Poel, Pablo a la voz y guitarra, y Luka a la batería, más los multicolores teclados de Robin Piso, vuelven a la carga con el que quizás sea el trabajo de estudio más ambicioso del trío hasta la fecha, ¡y van nueve! Y es que, aunque rebasan por poco la treintena, llevan más de tres lustros repartiendo llamaradas de rock sureño, funky y psicodelia por medio mundo. Sin ir más lejos, han estado abriendo, meses atrás, los conciertos europeos de los hermanísimos Robinson y sus Cuervos Negros en la gira de treinta aniversario de “Shake Your Money Maker”.
En continuo estado de efervescencia creativa y metamorfosis, sin perder nunca sus raíces (con los Deep Purple y Led Zeppelin más lisérgicos siempre bajo la lengua), tras “Tascam Tapes” (20) grabado en una cuatro pistas on the road y su brillante “Wolffpack” (21), registrado en la soledad y distancia de la pandemia, rezumando contemporaneidad sonora y esencias al unísono, deciden quemar las naves de nuevo y renacer a lo grande con este colosal “Love, Death & In Between”. Y es que, guardando las distancias, este podría ser el particular “Exile On Main Street” (72) de los de Geleen, que también se exiliaron a tierras francesas para grabar en directo, analógico y sin sobregrabaciones, estas vibrantes y eclécticas doce pistas rebosantes de vida y matices, sumando al festín a una docena de músicos (coristas, sesión de vientos, piano, bajo y percusiones).
Y si ya venían de sumergirse a tumba abierta en el soul con el álbum conjunto “Double Cream” (22), haciendo equipo con The Dawn Brothers y gestando el proyecto desde 2017, ahora, el alma Stax y los aires espirituales están en el latido central del flamante huracán setentero que se nos viene encima, con Al Green como protagonista y detonante cuasi milagroso de este radiante “Love, Death & In Between”: Pablo Van de Poel estaba de vacaciones en Memphis con su mujer y, además de visitar el museo Stax, se enteró de que en el sur de la ciudad, el reverendo Al Green tenía una iglesia y que, a veces, estaba en persona… Fueron y quedaron extasiados y marcados por la música que escucharon durante el servicio, ¡con Al Green presente y gritando por encima de todos! Pablo cuenta que fue muy inspirador y tuvo claro que esa energía que sintió, la mística soul y eléctrica comunión que le atravesó y provocó las lágrimas en aquella pequeña iglesia del sur de Memphis, tenía que recorrer el noveno trabajo de DeWolff.
Así, esa frescura tomada en vivo en el estudio Kerwax de la bretaña francesa junto a una docena de músicos, transmitiendo autenticidad e inspiración colectiva, se funde y nos zarandea a lo largo de los surcos de “Love, Death & In Between”: Desde el relámpago inicial, con intro/embestida al más puro estilo James Brown o Sam Cooke en distancias cortas, un “Night Train” que, o te montas o te pasa por encima como una locomotora de hard rock en llamas, con riffs endiablados y unos vientos y coros (fuego sanador durante toda la obra), al embriagador aroma sureño de la pegadiza “Heart Stopping Kinda Show”, palpitante de psicodelia contenida, groove y rythm & blues.
Tras la estela de Grateful Dead y Leon Russell, nos atrapan con la sinuosa sensualidad soulera de “Will O’ The Wisp”, con percusiones y coros que se funden y elevan junto al canto de Pablo, mientras los teclados y guitarras trepan como enredaderas al atardecer; para seguir meciéndonos bajo la susurrante brisa fresca y vaivén melódico de “Jackie Go To Sleep”, elegante, progresiva y jazzística, con el Hammond de Piso expandiendo misticismo y envolvente lisergia setentera.
Y abróchense los cinturones, llega “Rosita”, la indiscutible joya de la corona, una montaña rusa de dieciséis minutos y medio de la que no querrás bajarte bajo ningún concepto. Esta jam sideral, por la que se habría cortado un ala más de un Black Crowes, es una tormenta eléctrica en la que fluye todo el espíritu del soul y rock sureño más arrebatador, un camaleónico collage sonoro en el que emergen y funden estilos mil: del despegue y primer tercio caleidoscópico y orgía instrumental a lo The Band, con vientos a todo trapo, coros góspel y Pablo poseído por el groove y garra de los Chris Robison y Steven Tyler más salvajes, pasando por el tsunami de Mississippi y New Orleans en vena rozando el ecuador, para volver a acelerar en el siguiente giro y seguir derrochando soul, groove y rhythm & blues al alcance de pocos. En la parte final, el órgano de Robin Piso reabre los cielos y, si cierras los ojos, el Joe Cocker más auténtico y psicodélico de Woodstock se une a esta fiesta que ojalá no terminará nunca. Mamma mía esta “Rosita” en directo…
Nos dan un respiro con “Mr. Garbage Man”, sudando resplandeciente y serpenteante blues, con Pablo desbordando clase en cada fraseo y punteo de guitarra, dejando espacio para el parpadeante trance espiritual, con ayuda de coros y órgano. Teclados que vuelven a explotar en las rockeras y electrificantes “Counterfeit Love” y “Message For My Baby”, con Hendrix, los Zeppelin y Stones in the air por momentos.
En la recta final, dos baladas soul para dejarse llevar, la delicada y bellísima “Gilded (Ruin Of Love)”, con unos coros que van empoderando el tema en su crescendo, con Piso de nuevo haciendo de las suyas a los teclados y, de la “ruina”, al confortable abrazo de “Pure Love”. Las pulsaciones recuperan su galopar y bailan al son del pulso funk de “Wontcha Wontcha” y, con esa misma textura aterciopelada de soul y rock, con extra de aire sureño, cierra “Queen Of Space & Time”, hechizo susurrante y misterioso bajo ritmos tribales y atmósferas espaciales a los teclados. Flotando quedamos, a la espera de que vuelva a pasar, aullando, el próximo night train.
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