Todo tamizado por sus obsesiones personales, esa rebeldía que le mantiene activo y le hace gritar convencido letras que a otros sonrojaría cantar. Y consigue que den ganas de corearlas. Curioso; al final el pop también puede ser cuestión de honestidad y convencimiento. Pero como Ann se considera rockero, es amigo de Bunbury y le gustan Bowie, Pulp y otras músicas, pues también le ha hecho un sitio a todo ello. Como todo lo suyo (aunque este disco se aleja de producciones anteriores) es un disco comprometido y que, a veces, bordea la obviedad, tanto en lo musical como en lo lírico, pero aún así está a años luz de chusmilla supuestamente provocativa como Nancys Rubias o Glamour To Kill. Y sin disfrazarse.
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