Partamos de la base de que este álbum no te cambiará la vida y tampoco alterara tu existencia. Vaya, que Jason Lytle continuará siendo más conocido por haber sido el cantante y guitarrista de Grandaddy, que por su labor en solitario. Pero una vez admitido la inocuidad de su segundo disco, podemos sacar a relucir las virtudes de canciones con cierta vocación a clásico, que buscan atrapar al oyente por la vía de la belleza melódica (“Matterhorn”), los medios tiempos bien tramados ("Last Problem To The Alps”), las baladas crepusculares con la armónica y el piano aportando el suave colchón en el que aterriza la sedosa voz de Jason (“Hangtown”) y, en definitiva, el uso de un lenguaje común a bandas como Iron And Wine, los últimos Mercury Rev o incluso Sparklehorse (“You Final Setting Sun”). Un trabajo que se deja querer y que proporcionará la posibilidad al anacoreta de Nevada a salir de sus montañas y volver al ruedo de las giras para disfrute de todos.
El mejor disco de 2012.