MAKINAVAJA

A estas alturas, caben pocas dudas acerca de que el vallecano Marcos Crespo sea uno de los talentos más singulares surgidos en la escena patria en los últimos cinco años. Una sentencia inhabitual para con un artista de tan solo veintisiete años que cuenta en su casillero con un único álbum, “El arte de morir muy despacio” (Sonido Muchacho, 22), además de un par de EPs incluyendo precisamente el que es su último lanzamiento, “MAKINAVAJA” (Sonido Muchacho, 24).

Pero es que el talento del madrileño es tan obvio que puede soltarse la afirmación sin riesgo al rubor, en un estatus certificado con el presente EP de cuatro temas, en el que once minutos resultan suficientes para comprobar que esa chispa creativa tan diferenciadora sigue prendiendo en su interior. El EP se abre con “mala” y su pegadiza oscuridad, continuando con “vivo del aire” y su complicado equilibrio entre The Cure y Family, con ese bajo grueso marcando el ritmo.

El aspecto industrial de “nada importa” apuesta por el nihilismo como filosofía que guía la composición más acelerada de la obra, antes de encontrar contrapunto en “estupefacientes”, quizá la mejor del lote y sita a medio camino entre las sombras de Joy Division y el ritmo de New Order. Un cierre perfecto para “MAKINAVAJA”, un mini-elepé co-producido con Diego Escriche (La Plata) y Harto Rodríguez (ANTIFAN), que no cabe entender de otra manera que no sea un firme paso al frente.

Piezas de apenas tres minutos de duración que cunden exponencialmente en sentimiento y realismo descarnado, arrasando con un tipo de elegancia tan plástica como creíble. Marcos Crespo y su Depresión Sonora luce como un compendio de contrastes, marcados e incluso confusos, con texturas bipolares y desencantadas que aumentan el atractivo de esa lírica certera, susurrada entre una mezcla imposible de nostalgia, rendición, agresividad, ilusión, sinceridad, sarcasmo y romanticismo.