Deerhoof perfeccionan una propuesta en la que desde el principio confluyó el espíritu indie noventero con audaces experimentos sonoros del más estricto underground. La actividad del cuarteto californiano se remonta a 1994, aunque el único miembro original es el batería Greg Saunier. La exótica vocalista y bajista de origen japonés Satomi Matsuzaki se incorporó poco después, y la banda mantiene su formación actual, completada por los guitarristas John Dieterich y Ed Rodriguez, desde 2008. En cualquier caso, este decimocuarto trabajo nos muestra a una banda despierta y en excelente forma creativa.
Habitan un mundo sin reglas ni etiquetas muy suyo (y por lo tanto, tendente a la endogamia hermética), que esta vez se han propuesto hacer más accesible con un buen número de colaboraciones ilustres: Laetitia Sadier (Stereolab), con la que comparten pasión por los sonidos hipnóticos del retrofuturismo, la nueva diva del pop electrónico Xenia Rubinos, la argentina Juana Molina y Jenn Wasner (Wye Oak), ponen de acuerdo a varias generaciones de artistas en un disco que da sentido al adjetivo “especial”.
En las quince canciones que componen este “Mountain Moves”, reacción vitalista y colorida a un mundo “mainstream maníaco que lleva a la humanidad a la destrucción”, brillan sus abundantes virtudes: Exhuberancia rítmica e instrumental en la colisión de los géneros más diversos, incluyendo el jazz, el pop de los 60, la electrónica o el J-pop. Con abundantes dosis de bizarrismo de serie B, virtuosismo melódico y vocal, estructuras y arreglos intrincados, pero sin perder el norte del pop. Tres versiones muy particulares (Bob Marley, Staple Singers y la poetisa y compositora chilena Violeta Parra) completan lo que acaba siendo un suculento banquete de pop creativo (o marciano, tanto da) en el que casi todo funciona.
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