Los californianos siguen jugando al despiste con su parroquia. Anunciaron que se despedían hace algo más de un año y estuvieron jugando al gato y al ratón con sus fans con el filtrado de nuevo material a través de las redes. Pero hete aquí que ya anuncian nueva gira para este 2015 e incluso se sacan de la manga un disco doble que no lo es tanto, ya que la práctica mitad de su contenido ya había sido publicado en formato digital hace un año. “Niggas On The Moon”, que así se llama el primero de estos dos discos, ya fue reseñado en estas mismas páginas hace cosa de un año, con su sampleo inmisericorde pistas vocales de Björk hasta dejar su presencia prácticamente triturada. Con su rabia y con su ingente vertido de bilis.
Así que es la segunda parte, llamada “Jenny Death”, la que encarna el tuétano novedoso de esta entrega. Y lo mejor que se puede decir es que mantiene los niveles de polirritmia, explosividad sónica e incontinencia verbal de cualquiera de sus predecesores, sin bajar el ningún momento el listón y desmintiendo la idea (que podría sugerir su propio título) de que nos encontramos ante una colección de descartes o temas destinados a engrosar cualquier cara B. Como ese cruce imposible que son entre Public Enemy y Atari Teenage Riot, lo suyo sigue siendo una extenuante destilación de andanadas que rebotan entre el hip hop de combate y el industrialismo frontal, concretado aquí en barbaridades como “I Break Mirrors With My Face In The United States”, “Beyond Alive” o “Centuries of Damn”. Ya desde su propio título, muestras del compromiso del trío con una forma de entender la música que no deja títere con cabeza, y que no afloja aquí en su grado de apocalipsis. Como siempre, se recomienda administrar mediante posología lo más medida posible, siempre que se quiera mantener a raya la cefalea. Es lo que tienen los discursos inspirados en la terapia de choque.
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