Cuando Deafheaven debutaron hace casi tres lustros, fueron probablemente de las bandas más "hateadas" dentro de la a veces repugnante comunidad metalera por tener un sonido supuestamente "neutro" y "blando". Para estos sectores conservadores e irritantes, no eran más que unos hipsters que hacían "metal para no metaleros", de esos que hoy veríamos bebiendo un bubble tea en un concierto de Mayhem en el Primavera Sound, presumiendo de haber pagado casi 400 pavos solo por verlos mientras hacen malabares para que no se les caiga la tote bag. Muy a su pesar, estos yankees sin corpsepaint acabaron petándolo con su original y fresca mezcla de black metal y shoegaze, potenciada con chillidos desgarrados, blast beats y trémolos de guitarra. En 2013, lograron coronarse definitivamente con "Sunbather", un disco que fácilmente pudo servir como puerta de entrada al black metal para seguidores del shoegaze o screamo, e incluso para quienes venían del indie y consideraban este género algo diabólico y/o rancio.
Bien es cierto que Deafheaven no inventaron nada y que la escena francesa de blackgaze y post-black ya llevaba tiempo rodando con Neige (Alcest, Amesoeurs) como cabecilla de estos sonidos más atmosféricos y etéreos. También Agalloch, Altar Of Plagues, Harakiri For The Sky e incluso los más psicodélicos Oranssi Pazuzu estaban ahí desde hace rato. A pesar de ello, Deafheaven resultaron especialmente polarizadores por su delicadeza a la hora de crear imágenes existencialistas, bellas y luminosas, y por mostrarse más emocionales, sin miedo a explorar la belleza, el dolor, el amor o las relaciones, sin hacer ascos tampoco a lo más abstracto. Sin haberlo premeditado demasiado, rompieron la monocromía extremista del black metal sin dejar de sonar contundentes, machacones y densos, bebiendo tanto de Burzum, Wolves In The Throne Room, Darkthrone o Emperor como de My Bloody Valentine, Slowdive, Mogwai, Cocteau Twins o Beach House.
Después de cuatro discos de tralla blacker, en 2021 se rindieron a las melodías vocales pop y al shoegaze con "Infinite Granite", un trabajo en el que, para bien o para mal, dejaron claro lo poco que les importa lo que la gente espere de ellos. El quinteto americano siguió a lo suyo hasta que el sencillo "Magnolia" brotó casi de la nada el pasado enero, trayendo consigo una tormenta de violencia más cercana a sus raíces y hasta más embrutecida de lo esperado. Sirvió de carta de presentación para "Lonely People With Power", su sexto disco y en el que recorren el sonido toda su trayectoria (predominando el blackgaze y post-black metal por encima del más shoegaze “Infinite Granite”, aunque haya pequeños guiños a éste) consiguiendo una cohesión sorprendente. Se nota que ha sido hecho con ganas y, en un futuro no muy lejano, seguramente se postulará como una de sus mejores obras.
Que en momentos tan convulsos a nivel mundial, tanto en lo social, político y cultural (y, en consecuencia, en lo musical), nazca algo tan catártico y valioso, capaz de inspirar y empatizar con el oyente, es todo un logro. "Lonely People With Power" es como un verano sin fin, como sentarse en una playa vacía con el sol quemándote, como ver brotar en primavera una rosa que, a pesar de su belleza, es capaz de arañarte y ensangrentarte las manos con sus afiladas espinas. Como una metáfora de la vida misma, que siempre se abre paso con toda su paleta de colores.
El sexto álbum de Deafheaven está plagado de grandísimos momentos en su hora y poco de duración. Es tan pesado como poético, y por momentos se siente como habitar el cuerpo y alma de una persona desnuda e indefensa mirándose al espejo y buscando sentido a la basura que cree ver en su reflejo, aun a pesar de que la belleza, los colores y la luz más cálida y acogedora estén acariciando su espalda. Es una mezcla perfecta de depresión y desamor combinada con sus opuestos, que define con maestría gran parte del sentir de esos jóvenes de entre unos veinte y cuarenta años que todavía no saben cómo gestionar sus vidas sin luchar injustamente contra sí mismas. A decir verdad, todo lo que se le podría pedir a Deafheaven a estas alturas está en este "Lonely People With Power".
Si has llegado hasta aquí, probablemente pienses que tanta grandilocuencia para hablar de un puñetero disco sin mencionar ni una canción y con este tonito esnob es irritante (¿para qué complicarse la vida con tanta pedantería, pudiendo ponerse un disco de Bad Religion y sentir algo parecido sin tantas vueltas?). Y en parte tienes razón. Así que, si lo que quieres es centrar esa poca atención que te queda por culpa de las redes sociales, te diré que puedes pasar sin problema de los interludios “Incidental I”, “Incidental II” e “Incidental III” (en el que Paul Banks de Interpol tristemente solo recita unas palabras) metiendo el diente directamente en las maravillosas “Magnolia”, “Amethyst”, “Revelator”, “Body Behavior”, “Winona” y “The Marvelous Orange Tree” (cierre redondo de un disco que resume perfectamente el sonido de la banda desde sus inicios hasta hoy).
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