Seis años en silencio sonoro no son moco de pavo. Hay que tenerlos bien puestos, y más ante las prisas de una actualidad cada vez más inquisidora. No es moco de pavo, salvo que seas uno de los dúos indies más carismáticos y emblemáticos de los últimos treinta años, como es el caso. Si su “Anastasis” dejara temblando y boquiabiertos a más de uno, el tándem formado por Lisa Gerrard y Brendan Perry se calza ahora un nuevo largo en un claro homenaje al culto del Dios griego, Dionysus. Demostrando la todavía restante química creativa y musical de ambas partes –antes eran pareja- su premisa vuelve, como en la mayoría de su obra, a basarse en tradiciones musicales y a abrazar la nostalgia cultural con la antigüedad clásica griega como principal horizonte de referencia.
Desde su irrupción a principios de los ochenta, Dead Can Dance se han sumergido en las tradiciones folk europeas, no solo en términos de instrumentación si no en sus prácticas seculares, religiosas y espirituales. En esa misma línea, unificando todas las esencias de sus anteriores trabajos, continúan con la narrativa en este semi manifiesto dividido en 2 actos, con 7 episodios, en un formato musical similar al de un oratorio de comienzos de siglo XVI. Entre lo antiguo, lo tradicional, lo humano y lo divino, “Dionysus” es posiblemente su trabajo más conceptual hasta la fecha y como si de un libro se tratara, es de esas obras a escuchar de principio a fin, sin interrupciones de ningún tipo.
Sorprende su falta de vocales, casi siempre hasta ahora, cosecha del propio Perry. Y es que vale que “Dionysus” no esté a la altura de su anterior “Anastasis”, o que uno perciba la sensación como si se tratara de un EP más que de un largo formato, horneado únicamente por Brendan y apartándose Lisa de un primer plano para brindar una “simple” gama de colaboraciones y apariciones a lo largo del trabajo… Sin embargo y aún añorando precisamente estas clásicas y características voces, “Dionysus” incluye tonalidades y diferentes coros y registros a cargo de la australiana, que aportan al trabajo, junto a la inclusión de diferentes instrumentos tradicionales regionales como la Daf -instrumento iraní de percusión- o la Fujara –flauta eslovaca- un aire balcánico y de oratorio tradicional.
A destacar, cortes como “The Mountain”, “Dance of Bacchantes” y “Psychopomp”, casualmente todas con colaboraciones de Gerrard, y el amplio array de texturas y sobredosis de atmosferas, grabaciones de campo y drones, usados desde el primer al último corte.
Un disco que a diferencia de sus anteriores, no interfiere en la lucha por la conciencia política definida, y que abre las puertas a un futuro sonoro que sigue claramente destinado hacia una fructífera vertiente étnica. Y es que tal y como dijo Mr.Perry hace unos años, nadie hace música como ellos…
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