Entre las muchas consecuencias de la maldita pandemia tenemos la del ataque de 'creativitis aguda' que ha sufrido más de uno, lo cuál no tiene que resultar siempre positivo. Sin embargo, cabe decir que en el caso que nos ocupa, el famoso síndrome del creador insatisfecho ha provocado un sorprendente cambio de registro que si bien me hizo arquear una ceja al principio, esta se ha ido relajando con las escuchas del álbum.
Dawes han sido siempre una de esas bandas que representaban un valor seguro a la hora de disfrutar de contagiosas y delicadas melodías enclavadas dentro de un amable soft-rock que no se comía demasiado la cabeza y buscaba resultar agradable por la vía rápida. Un prestigio que se había cimentado a base de discos como “Nothing Is Wrong” (11) o “All Your Favorite Bands” (15) o canciones 'redondicas' como “If I Wanted Someone” o “From a Window Seat” entre muchas otras. Pues bien, resulta que la banda estuvo durante un tiempo entretenida acompañando a Phil Lesh en las actuaciones en directo que el bajista de Grateful Dead programaba a modo de jam-session participativa, y eso dejó en cierta medida huella en Taylor Goldsmith a la hora de encarar la composición del octavo disco de estudio de la banda californiana. Eso y las escuchas de discos de Frank Zappa, Herbie Hancock o el “Speak No Evil” (1966) del saxofonista de jazz Wayne Shorter tal y como ha declarado en entrevistas recientes el propio Taylor.
Referencias todas ellas que en cierta medida sirven para enclavar el cambio de rumbo que ha ejercido Taylor con su banda, aunque luego la realidad dicte que el resultado final está más cerca de los discos de su amigo el productor Jonathan Wilson, los Allman Brothers más jazzisticos o incluso de los Steely Dan, Doobie Brothers, Pink Floyd o Wishbone Ash en algunos detalles. Eso sí, siempre con el freno de mano puesto, es decir, sin acabar de desmelenarse del todo y perder de vista esa amabilidad melódica de la que hablábamos al principio y que tan bien se ajusta a la tonalidad vocal del propio Taylor. Esa que nunca resulta estentórea y siempre se mueve dentro de unos márgenes de corrección que son un fiel reflejo de su carácter.
“Misadventures Of Doomscroller” es ante todo un divertimento y aunque escapa a los patrones habituales de Dawes no se deja llevar del todo por los cantos de sirena del jazz-rock o la psicodelia, quedándose en un espacio intermedio peligroso porque puede desencantar a los fans de toda la vida sin incorporar a fans de sonidos más duros, filigranescos o entramados. De todas formas el álbum atesora momentos interesantes como el que protagonizan en la fantástica “Ghost In The Machine” o esa obertura de más de nueve minutos titulada “Someone Else's Cafe...” en el que da espacio para el lucimiento de todos los miembros de la banda.
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