Hay momentos en la vida que toca dar un golpe de puño en la mesa, sacar pecho y reivindicarse sin más. Para ello hay que tener la certeza de tu propia valía y poner toda la carne en el asador, sacando a relucir todo lo aprehendido durante años, que no es poco. Y ese, y no otro, es el momento en el que se encuentran Dawes. Un punto de auto-afirmación y sabiduría, tanto melódica como instrumental, que ha dado como resultado su álbum más completo, bien basculado, homogéneo, elaborado y rotundo. Un disco que saca todos los trucos de la chistera en ese delicado y confortable soft-rock californiano apto para todos los públicos, en el que las guitarras nunca habían sonado de forma tan cristalina y los punteos alcanzan la magia de los grandes. Es curioso porque la banda de los hermanos Goldsmith siempre contaba en sus discos de un par de temas que sobresalían muy por encima del resto, ya fueran “If I Wanted Someone”, “Million Dollar Bill” o “From A Window Seat”. Temas deliciosos que en cierta medida proyectaban una sombra de mediocridad sobre el resto de composiciones. Sin embargo, es en este álbum, cuando ninguna canción resalta en exceso, que podemos hablar de una obra sin fisuras ni descartes.
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