Bien podría ser que David Gray pagase caro aquel éxito tempranero cosechado con “White Ladder” (ATO, 98), álbum que incluía las radiadas “Babylon”, “This Year's Love” y “Please Forgive Me”. A continuación, el de Cheshire pasó a ocupar el estatus de artista algo infravalorado, incluso ninguneado en base a esa propuesta blandita que le señalaba como enésimo songwriter sensiblero de la escena. Sin embargo, a lo largo de una carrera que suma ya más de tres décadas, el británico ha dejado numerosas muestras de un talento de trazo fino que, de manera intermitente, ha venido derivado en trabajos notables o, cuando menos, en interesantes canciones salpicadas por toda su discografía.
Esta segunda opción es la que subyace en el nuevo disco del autor. Un título que, definitivamente, no se sitúa entre sus mejores entregas ni logrará revertir opiniones negativas acerca de su talante creativo. Y, sin embargo y entre mayoría de canciones con exceso de azúcar y poca llegada, aparecen los habituales aciertos de Gray, en un resquicio suficiente como para que, una vez más, pueda mantenerse ese halo de fe que señala que es (o pueda ser en sus mejores momentos) un compositor de talento. Entre las primeras estarían gemas modestas del tipo de “Leave Taking”, la desnudez de “Sunlight On Water” con el acompañamiento de ese piano casi en la lejanía, “That Day Must Surely Come”, “Acceptance (It's Alright)” (que puede recordar a Ryan Adams), o un cierre bien elegido concretado en “The First Stone”.
El contenido del presente elepé resulta cero sorpresivo, con ese pop melancólico habitual en el músico paseándose en todo momento por la fina línea que separa la canción bonita y elegante de la algo empalagosa. “Dear Life” es una obra demasiado extensa –sumando para la causa un total de trece pistas y sesenta minutos de duración– y amargamente irregular que, en cualquier caso, invita a sumergirse con calma en la búsqueda de esos momentos destacados del lote. Un empeño que merecerá la pena gracias al pequeño tesoro que supone un puñado de preciosas canciones. Suficiente bagaje, en efecto, como para negarse a tirar la tolla con el bueno de David Gray.
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