No es funk, no es jazz, no es electrónica ni tampoco es hip hop, soul ni folk, pero tiene un poco de todos. Bendita heterodoxia la que se siguen gastando Nicolas Jaar y Dave Harrington, esta vez con la incorporación del percusionista Tlacael Esparza como miembro de pleno derecho. Tres álbumes en doce años no parece gran botín: difícil lo tienen para juntarse con tanto proyecto personal y paralelo como se traen entre manos. Pero siempre hacen que la espera valga la pena. Haciendo malabares entre lo orgánico y lo electrónico, dejándose llevar por su intuición, logrando que casi nadie se les parezca. Apenas Bibio me los recuerda en ese complicado balance entre clicks y riffs. Hay aquí mucha alma, esa que a veces le falta a algunas luminarias electrónicas excesivamente clínicas.
“Are you tired (Keep On Singing)” remite al Caribe hasta que una suite intermedia suena casi como si los Byrds de "Sweetheart of the Rodeo" (1968) se pusieran en modo funky para desembocar en una especie de neblinoso dub. Parece una chaladura, pero no lo es: a partir de ahí, todo es posible. Porque marca la pauta por la que discurren las sacudidas rítmicas de la muy kraut “Graucha Max” (un poco LCD Soundsystem, la verdad), para el seductor downtempo de “Heavy Is Good For This” o para la hechura de crooner que irradian las dos partes de “Hell Suite”. Es un disco que es como una montaña rusa, inasequible al estatismo o al aburrimiento, cegador en su luz e inextricable en su penumbra. Siempre sugerente, y a ratos fascinante.
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