Tras haber facturado un par de trabajos excepcionales dentro del panorama del post-rock estatal como trío, el retorno de Balago después de este largo periodo de inactividad viene en esta ocasión firmado únicamente por el que fuera líder de la banda, David Crespo, así como envuelto en otro tipo de ropajes muy distintos a los que nos habían acostumbrado.
Porque este disco, aunque no se aparte radicalmente de lo ya efectuado hasta ahora, da un brusco giro en su manera de enfocar la formalización de las canciones, al sumirlas de lleno en una suerte de ambient terso e inorgánico que rehuye de la rítmica convencional y fluye libremente hacia un especie de limbo donde coinciden soledad y amargura. Y es que seguimos sin abandonar el concepto paisajístico de la música, emprendiendo un viaje con un marcado carácter melancólico pero donde la descripción esta vez es mucho más fría y distante, extremadamente desangelada. El mismo destino presentado de manera más arisca y experimental, menos inmediata e impactante, pero a la postre igual de abrumadora. Magnífico.
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