A pesar de que sea en los últimos estertores de 2024 cuando Dani Vega ha decidido oficializar su carrera en solitario con su primer disco con nombre propio, este multi-instrumentista canario lleva operando al margen de su banda madre prácticamente desde el momento de su fundación a partir de proyectos paralelos y colaboraciones figurativas varias. Ahora, quien fuera principalmente conocido por ser el guitarrista de los icónicos Mishima da un firme paso hacia el frente y nos abre su corazón y su memoria como nunca antes de la mano de “Así de frágil es”, su debut como solista y una oportunidad única de conocerle más allá de su habitual segundo plano.
Atrás quedan ya los años dorados de bandas del underground barcelonés como Ego: Trip o Sr. Canario, pero el talento compositivo, la sensibilidad y la elegancia de Vega continúan intactas en este nuevo periplo en el que ha primado el “sincericidio” por encima de todo. La más humana de las catarsis y una severa introspección de cabo a rabo son las herramientas empleadas por el artista para pulir este particular espejo de vida, tan capaz de reflectar los momentos más alentadores como los más aciagos. Si nos ponemos, vamos con todo. Buena evidencia de ello fueron sus dos avances previos, haciendo las veces tanto de carta de presentación de la propuesta como de equilibrio perfecto entre luz y sombra que ahora vemos formalmente desarrollado a lo largo de sus diez temas al completo. Con “Flotando” nos hablaba a corazón abierto sobre la ausencia paterna durante su niñez (“No pensaba escribirte esto jamás, pero aquí me tienes con ciertas ganas de poner fin a esta oscuridad”), dejándonos claro desde el principio el valor purgante que le da sentido al elepé. En “Por todo”, sin embargo, le vemos abrazar el presente con la certeza de que el tiempo le ha recompensado con más de lo que el pasado le arrebató (“Si fue que creamos ese ser que ilumina hacia dónde vamos / No es solo un recuerdo, son miles de estrellas que esta vez se han puesto de acuerdo”). Dos caras de una misma moneda que muestran el fin último de su texto: dar carpetazo a ciertas fases vitales enquistadas y personarse a porta gayola ante todo lo bueno que la vida guste traerle.
Con admiración, siempre hemos considerado a Mishima como nuestros particulares The National, y la excelente factura de “Así de frágil es” subraya nuestras sospechas a golpe de piano (Nil Ciuró) y atmósferas corales que erizan la piel. Sin embargo, el disco en solitario de Vega también se permite el lujo ir más allá del pop clásico y arquetípico y nos sorprende experimentando con las texturas y las posibilidades de su partitura jugando entre ritmos de psicodelia oscura y metamorfosis vocal (“Untitled_42”). Que conste que Alan Sparhawk y Kim Gordon ya nos dejaron claro este año que el vocoder también podía ser para maduritos.
Haber regentado un videoclub en el pasado no parece resultar un dato baladí en el historial de Vega, especialmente cuando contemplamos el ostensible enfoque cinemático que el artista nos ofrece en cortes como “Lanzarote, 1987” (donde su narrativa se desata sin prejuicio a la fragilidad) o en su liberador cierre, fragmentado en dos partes bajo la prerrogativa de “Se acabó la fiesta” (por suerte, más cerca del imaginario sonoro de unos desmesurados Radiohead que del ideario político de cierto fantoche ardillil). Esperemos que, a pesar del título de dicho epílogo, este sea tan solo el comienzo de una gran celebración de la que seguir formando parte.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.