Dani Llamas vuelve a escarbarse el pecho y la memoria para reencontrarse con su esencia, aireando esa raíz en llamas que late y termina, tarde o temprano, por marcar los pasos de cada uno. Si en su anterior y genial “La verdad” (20) ya nos conquistó adentrándose en esa senda de honestidad flamenca y arraigo popular que le corre por las venas, ahora vuelve a beber del manantial del cante jondo y sube la apuesta con “A fuego”. Una comprometida antología de doce palos que crujen como la leña en la candela más viva y roja, entre quejíos y destellos de pavesas pop-rock en la noche oscura.
“Hace muchísimos años / paseaba yo por la calle, / y en una pared rezaba: / Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases. / Se me clavó a fuego”. Arrancamos por mariana atmosférica y dejando las cosas claras como el agua que baja del monte desde la primera estrofa de “Entre la maleza”. Así recorremos estos doce cantes, con letras de cosecha propia que parecen ya clásicas y otras hermanas que respiran ese mismo espíritu de lucha y libertad, rompiendo silencios y dando voz a los olvidados, recuperando la memoria perdida “azada en mano y abriendo paso entre la maleza”.
La candela ya encendida y Dani ganando jondura natural a cada fraseo y quejío a tumba abierta, por seguiriya de rabia y dolor en “Ya no siento los golpes”, con regusto a José de Paula y la cegadora voz de The New Raemon ayudando a avivar “el fuego que quema la retama”. Todo flotando en la bruma sonora absorbente de un western lynchiano tejido a base de guitarras y teclados centelleantes.
“Con dos puñales clavados / en el corazón” y la esperanza gastada, cogemos aire por sevillanas a fuego lento, “contemplando las ruinas de la civilización” en “La ley”, con el omnipresente Sebastián Orellana echando más madera y un estribillo para Borbones, políticos de medio pelo y allegados que ojalá sonara en más de una caseta de feria y romería: “¿Qué dice la ley? / Si yo no tengo patria, / ni Dios, ni rey”.
La frustración de los sueños truncados de la razón “Produce monstruos” por petenera, con una cadencia radiante de percusiones, guitarras y teclados que son luz esperanzadora entre las grietas; misma claridad que palpita dejando la sombra vencida por los surcos del álbum y une en la lucha, hombro con hombro, cada pista.
Por liviana y serrana reflota la memoria lejana de nuestra guerra y de todas las demás, en ese llanto que se hace río y refleja el dolor de pueblos castigados en el olvido, con otro sanador estallido sónico y catarsis que nos infla el pecho y da alas.
La atmósfera espectral de rabia contenida y tormenta atrona con el “Romance de Juan García”, canción de sus queridos Francisco Moreno Galván y Jose Menese, de los que también hace suya la combativa y muy rockera para la ocasión “Que bien me suena tu nombre”, quemando las naves junto a la gran Rosario La Tremendita y una banda que va a por todas. Banda de relumbrón conformada por: Rafa Camisón a la batería y percusión, Miguel Ortíz Caturani a los teclados y pianos, Manuel Mateos a la guitarra, Sebastián Orellana a las guitarras, bajos y percusión, Pakomoto al bajo, y Juano Azagra a las guitarras y coros.
Antes nos conquista por tientos y tangos en la pegadiza “Un manto de fuego”, con arabescos eléctricos de teclados y guitarras que dejan marca, para pasar luego por esa letrilla popular que sabía a sangre por soleá en la boca de Chocolate, “El mundo es un desengaño”.
La recta final la ilumina el taranto pop “La muerte y la esperanza”, la templanza acústica de la rondeña “De mi propia voluntad”, con Dani degustando cada verso y calándonos poco a poco hasta los huesos, y el final de los finales con la jondura resplandeciente de “La herida”, puño levantado incluido que contiene un puente “que atraviesan todas las noches los inocentes”.
Honestidad a raudales en “A fuego”, otro disco sureño de raíces y alas que se antoja como uno de los trabajos más personales escuchados en tiempo.
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