Dance Of Death

Está claro que a estas alturas un disco de Iron Maiden se vende solo y tanto da si este es bueno, malo o regular. Sus fans son los más fieles del mundo, y ellos, cuando se trata de la doncella de hierro, no entienden de fracasos. Como no pueden ser objetivos les viene bien todo lo que firmen sus héroes y no dudan en lanzarse de cabeza a comprar cualquier cosa que les ofrezcan. Y es que como dice el propio Bruce Dickinson: "sólo existe una banda en el mundo y es Iron Maiden". Y así piensa también gran parte de su legión de seguidores.

En primera instancia, "Dance Of Death" es un disco que no entra a la primera, ni siquiera a la segunda. De hecho, con las primeras escuchas puede parecerte incluso un disco horroroso, pero las escuchas hacen el peso más llevadero. Los signos de identidad son los habituales, pero faltan canciones memorables y sobra minutaje. Para empezar, las dos primeras (“Wildest Dreams” y “Rainmaker”), que son las que no llegan a los cuatro minutos, son las que se llevan el gato al agua. De todas formas, qué más da lo que digamos. Son Iron Maiden, para lo bueno y lo malo, en la salud y la enfermedad…