La banda valenciana Cuello se ha puesto en las manos de Santi García (Nueva Vulcano, La Habitación Roja) para dar lustre a su quinto trabajo. Tres años y medio después de “Regalo doble”, en “Venga” -plazo de tiempo a buen seguro marcado por las circunstancias-, sus constantes vitales permanecen intactas. Alérgicos a ciertos lugares comunes en los que es fácil caer dentro de un género muy trillado, procuran alejarse de desarrollos emo. Ellos apuestan por ir al grano con temas cortos o muy cortos que permiten concentrar al máximo la energía, con la personalidad de las letras y el estilo vocal de José Guerrero. Cultivan una vitalidad melódicamente optimista que se nutre de fuentes diversas y que ha creado escuela.
“La saliva del atardecer” define su estilo: ritmo trepidante, muro de guitarras y melodías eufóricas -que asoman también en cortes como “Nene”; el contrapeso es “Una gran ficción”, que se oscurece en la estrofa para llenarse de luz en el estribillo. “Léxico cruel”, con su bajo robusto, es una de esas canciones redondas que el cuarteto parece llevar a buen puerto sin esfuerzo, un cruce de inmediatez y hallazgos melódicos. El ritmo trotón de “Querida sobriedad” sostiene la canción más compleja estructuralmente, que tiene otro estribillo marca de la casa.
El directo es su hábitat natural, y la química del cuarteto se hace más visible en el tramo final del disco, con “Y nació libre” y la espídica “La Resi”, homenaje a la sala underground de referencia en su ciudad. En “Muy dentro no hay día” se permiten la licencia de pasar de cinco minutos con una descarga de energía rítmica que desemboca en una coda de bajo y batería coronada por una frase infinita de guitarra y saturación que se corta en seco: como en uno de sus bolos plenos de melodía energética, uno se queda con ganas de más.
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