Cuando el destino nos alcance

Es posible que a Lori Meyers no les haga ni pizca de gracia la polémica que se ha generado entorno a su último trabajo, pero si yo fuera ellos estaría la mar de contento. No hay peor castigo que la indiferencia, y si hay algo que no ha pasado desapercibido en el pequeño universo indie-talibán es el cambio de registro que han realizado los de Granada Un cambio que tampoco es tan exagerado, pero que existe y que, eso sí, quizás quepa tachar de tardío. Vaya, que el mayor pecado del grupo es darle un revestimiento "dance" a tu pop, cuando Franz Ferdinand van por su tercer disco.

Pero si obviamos el debate sobre lo necesario o no de la jugada, hay que decir que no es ese el principal problema de este trabajo. O al menos no lo es para mí. En mi opinión, la verdadera tara del disco es que combina canciones de gran nivel como “Rumba en atmósfera cero” (la mejor de largo) o “Ventura”, que bien podrían haber sido incluidas en su anterior trabajo, con otros temas más endebles. Canciones como “Religión” o “Enhorabuena eres el que tienes más” no están para el que esto escribe a la altura del legado del grupo y lo mismo sucede con la letra de “Nuevos Tiempos” que, aunque tiene un estribillo contagioso, produce cierto sonrojo con frases como “Haz visitas a videntes y ver un cura los martes”.

Por lo demás nos encontramos con una preciosa balada como “Castillo de naipes” que podría haber interpretado Jeanette sin desentonar en su repertorio; un single como “Mi realidad”, tan resultón como algo oportunista y simplón en los ritmos, otro como “Corazón elocuente”, que recuerda a los rompepistas de Katrina And The Waves y un “¿A-ha han vuelto?” revestido de sintetizadores y un bajo bastante grueso que acierta de lleno en el estribillo y mantiene el tono festivo y bailongo del álbum. No es un disco redondo, pero nadie puede discutirles ni echarles en cara que hayan intentado dar un salto que les ha salido algo rana.