A primera vista Crystal Castles juegan al despiste, pero, ¡ah!, todo tiene un sentido. Ella parece un clon de Joan Jett en clave siniestra, y él parece el guitarrista de una formación de hard rock rancia con miedo a la ducha. No es la apariencia habitual de una banda de pop electrónico molón, pero si lo es cuando te gusta bañar ese género con una descarada actitud cercana al punk rock (que toma forma definitiva en sus conciertos.
Pudimos tomar buena nota de ello tras su incendiario paso por el Primavera Club), cuando juegas en la división DIY propia del mejor indie yanqui, y cuando disfrutas haciendo diabluras en forma de canciones que huelen a hit de esos clubs a los que nunca te atreves a entrar.
La descarada y resultona receta de los de Toronto se enriquece también de sonidos imposibles importados de videojuegos y de más de una máquina recreativa vintage, y de una fresca mirada a los ochenta más oscuros (muy cercana a la de Chromatics o Glass Candy).
De ahí salen canciones como “Crimewave” (rompepistas interplanetario rescatado de su split con Health), “Courtship Dating”, “Untrust Us”, “Vanished” o “Reckless”, verdaderos dardos envenenados para las pistas de baile que despiden una personalidad sorprendente para un grupo que está dando sus primeros pasos. Aun tienen que pulir cosas (el disco se pasa de minutaje, abusan de algunos tics…), pero su primer esfuerzo aprueba con nota.
I thank you humbly for shianrg your wisdom JJWY