Tras haberse convertido en una de las caras más jóvenes en pisar el pantanoso terreno del underground patrio con Mourn y haber pertenecido a uno de los proyectos más internacionales que nuestra escena sumergida haya tenido, Leia Rodríguez decide emprender un nuevo capítulo en sus dotes artísticas, revelándonos que las cuatro cuerdas se le quedaban del todo cortas en lo que a dar rienda suelta a su talento se refiere. Ahora, la multifacética artista catalana se revela con portento prometedor al frente de Leia Destruye y su homónimo primer álbum, un cancionero particular y sentido en el que eleva a una siguiente categoría la crudeza y la honestidad que ya venía marcando el tono en las letras de Mourn.
Inspirada en el imaginario poético de Marc Menéndez, Leia ejecuta ante nuestros ojos un salto mortal hacia la madurez donde deja atrás el nihilismo agitado y gamberro que caracterizó su primera incursión en el foco mediático, en favor de un intimismo calmado y desnudo, casi desgarrador y romántico (“Tentar a la suerte”), en el que dibuja pasajes propios camuflados de metáfora y alegoría (“Hormiguita”). Un cruce de caminos, sencillo pero efectivo, entre la belleza y la oscuridad, en el que lo particular –por muy encriptado que esté– logra sentirse compartido y hasta único, gracias a esa empatía sentimental y conmovedora con la que Leia nos adentra poquito a poco en esa suerte de diario personal y confesional. Desde un punto de vista externo, Leia va descubriéndose a sí misma, al mismo tiempo que nos concede la oportunidad de que seamos nosotros quiénes la descubramos también, ya sea bien a través de sentidos caminos con sabor a adiós (“Zarzas”) o análisis unipersonales en los que la de Cabrils se abre en canal ante nosotros, sin pudores ni medias tintas (“Tan flojo”). Todo en “Leia Destruye” mantiene esa marca de agua noventera que tan bien definió en su momento el hacer de Mourn (la distorsión de “Temerte” o los punteos con reverberación de “Por los dos” son una clara muestra de ello), mostrando a su vez pasajes que enamoran a la primera gracias a esa sonoridad oscura y reflexiva de temas como “Madera mojada”, en los que la complicidad con su productor, Lluis Cots (Madee, The New Raemon, The Crab Apples), hablar por sí misma. Sin embargo, es en ese equilibrio entre lo poético y la canción (“El oleaje”) donde Leia nos recordará con excelente detalle y gusto al imaginario de su propio progenitor, Ramón Rodríguez, una innegable piedra de toque en el hacer de su linaje, que ahora se muestra más evidente que nunca gracias a la apasionada forma con la que Leia nos abre las puertas de sus ensimismados y figurados relatos.
Su paso al frente de Mourn le inoculó las ganas y el nombre; la edad, por su parte, le ha ofrecido ahora el arrojo para contar sus propias historias con firma propia y demostrarnos que, verdaderamente, dentro de ella hay “un murmuro que parece infranqueable y que con el paso del tiempo parece que se coma el mundo”.
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