I Inside The Old Year Dying
DiscosPj Harvey

I Inside The Old Year Dying

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 07-07-2023
Empresa — Partisan
Género — Indie folk

El tránsito no es nuevo: de lo exterior a lo interior. En su caso, de la historia de su país y la crónica de los conflictos internacionales – espinas dorsales de sus dos últimos álbumes – al tránsito de su infancia a su adolescencia en el entorno rural de Dorset, el mismo en el que se crio. Pero el resultado sí tiene algo (o mucho, según se mire) de esa alergia que PJ Harvey casi siempre ha tenido a repetirse. Aquí hay un poquito de cada una de las PJs que hemos conocido hasta ahora, cierto. “The Nether-edge” no desentonaría en "Is This Desire?" (1998) y “Autumn Term” tampoco lo haría en "To Bring You My Love"(1995). Pero paren de contar. Su sonoridad y (sobre todo) su lírica suenan tan renovados desde la introspección que no cuesta trazar paralelismos con las versiones más solipsistas de Björk o Kate Bush: el irresoluble nudo gordiano que atenazaba su carrera en los últimos seis años se ha transformado en un décimo álbum que habita una propia e intransferible dimensión.

Poético, pastoral, inquietante, plagado de un misticismo y una mitología muy particulares, quizá influidos por las atmósferas de su trabajo para bandas sonoras de series de televisión y a buen seguro imbuidos del espíritu de "Orlam" (2022), el libro de poemas que publicó el año pasado. ¿Es imprescindible haberlo leído para disfrutar de "I Inside The Old Year Dying" (2023)? En absoluto. Ni con su slang. Es una burbuja, un trabajo con un ecosistema propio, cuyo acceso requiere del conocimiento de algunas claves previas, pero tampoco es impenetrable.

Repite su vieja guardia de corps: John Parish y Flood. El sonido es espartano pero cautivador, turbio pero subyugante, sereno a la vez que obsesivo. Samples, loops, interferencias, grabaciones de campo, guitarras sutiles que rara vez rasgan las melodías con electricidad (apenas ocurre en la primera parte del tema titular) y percusiones que no estallan en ritmo marcial hasta el final, con la hirviente “A Noiseless Noise”. El espectro de Elvis – una de las viejas obsesiones de Nick Cave, siempre me ha parecido su némesis masculina – gravita sobre los textos de la hechizante “Lwonesome Tonight” y también alrededor de la prodigiosa misa pagana sobre colchón minimalista que es “All Souls”.

Polly Jean canta como casi nunca lo ha hecho, extrayendo partido de su semifalsete, sabedora de que cada inflexión vocal va a irradiar significado, consciente de que si no renueva su corpus expresivo más le vale dedicarse a otra cosa. Exigente como siempre ha sido consigo misma. Es folk del siglo XXI. Su folk. Un arte que domina a la perfección y no admite réplicas, ni desde el respeto del imitador ni desde la irreverencia del competidor.

 

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