El punk rock con mensaje en catalán atraviesa un momento dulce gracias a bandas como Crim. Los catalanes llenan salas como la barcelonesa Razzmatazz sin muchas dificultades y eso dice mucho del estado de salud del género y sobre todo del tirón de esta banda de Tarragona.
La voz rota de siempre con armonías contagiosas, riffs directos al estómago, solos tatareables y una base rítmica veloz y compacta. El presente “Cançons de mort” es otra ración de punk rock ‘criminesco’ para deleite de su legión de seguidores con alguna sorpresa como el sonido spaghetti western de “Vam riure tant”.
Grabado durante el confinamiento más estricto, encerrados en Cal Pau Recordings con el ya habitual Santi García, “Cançons de mort” no es un disco pandémico si bien las letras no pudieron escapar de ese purgatorio distópico que todos sufrimos esos días, retratado de manera alegórica en el putrefacto bodegón de la portada.
En este cuarto disco no hay barcos de papel ni castillos de arena, porque la nostalgia no tiene cabida. El oscuro presente nos enfrenta a la versión más existencialista y tremendista de Crim, que cantan a esos “100 segundos para que se acabe el mundo” en el corte que da nombre al disco.
Su espíritu radicalmente crítico es innegociable. Ahí está el retrato fatalista de su propia ciudad natal (“Patrimoni mundial”) y sus letras en contra de la superficialidad (“Estiu de merda”), la dictadura de los algoritmos (“Sense tú estic molt bé”) y la clase política que solo piensa en mantener su poltrona (mi favorita “Ultracentre”, con ese solo digno del mejor Brian May, y la solemne “Revolta dels somriures”).
El nivel estaba muy alto con “Pare nostre que esteu a l’infern” en 2019, mejor disco en la categoría punk y hardcore en estas mismas páginas; pero Crim han vuelto a darle un buen martillazo al clavo con este “Cançons de mort”.
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